Efectivamente, Dios no pudo escoger a una mejor secretaria para la gran misión de proclamar al mundo su mayor atributo: Su infinita Misericordia.
Dios escogió a la joven Elena Kowlaska, después llamada ‘Faustina’ en su profesión religiosa; una sencilla chica de campo, la tercera de diez hermanos. Su vida fue aparentemente ordinaria, y nadie podía imaginar la extraordinaria profundidad de su unión con Dios.