jueves, 6 de abril de 2017

SAN PEDRO DE VERONA

San Pedro, mártir dominico, nace en Verona, la ciudad de la Lombardía italiana, hacia el 1.205, en una familia que había sido presa de la herejía de los Cátaros, renovadores -en el centro y norte de Italia- de la doctrina maniquea.

Pedro de Verona es un niño muy inteligente, sincero, agradable y firme en sus decisiones; parece predestinado a ser un apóstol opositor de estos herejes puritanos. Los Cátaros eran desprendidos en el aspecto crematístico, y su espíritu era belicoso y sectario. Su famlia pertenecía a lo que entonces el pueblo llama "patarini"; pese a ello no tienen inconveniente en que la educación del niño esté a cargo de un maestro católico.

Un día, San Pedro de Verona regresa de la escuela y se encuentra con un tío suyo, noble y cátaro también que le pregunta por la marcha de sus estudios. Inesperadamente para el tío, el pequeño Pedro le recita el Credo, cuyo primer artículo refuta precisamente al Maniqueismo, al afirmar un solo Dios Creador Absoluto de cielo y tierra. El tío insiste y le refuta tal doctrina, pero el niño le contesta irrebatiblemente: "Quien no crea esta primera verdad de la fe, no tendrá parte en la vida eterna". El tío queda impresionado y preocupado por su sobrino Pedro

Pedro ha crecido. La Universidad de Bolonia tiene fama merecida; pero todavía goza de mayor influencia Santo Domingo de Guzmán, el Fundador de los dominicos y de sus seguidores que cautivan tanto a estudiantes como a profesores. No pocos de ellos se incorporan a la recientemente fundada Orden de Predicadores.

Pedro, con 16 años, queda fascinado por la palabra ardiente de Santo Domingo de Guzmán y recibe el hábito dominicano de sus manos.

Con ímpetu juvenil se dedica al estudio, a la oración, a la austeridad y a la penitencia; en todo es fiel imitador de Domingo de Guzmán. Terminda la formación eclesiástica, es ordenado sacedorte y nombrado Predicaro del Evangelio de Jesús frente a los "patarinis".

Pronto, la Región toscana, el Milanesado, la Romaña conocen a este fogoso predicaror, y a la vez formidable polemista. Pedro es piadoso, austero. Corre la voz de su santidad por todas partes. Ama a Jesucristo y, como Él, experimenta la prueba, la calumnia y la cruz.

Un día, en su celda dominicana, recibe la visita de las Santas Mártires: Inés, Cecilia y Catalina que dialogan en su habitación. Otros frailes llevan la noticia al Padre Prior. En Capítulo Conventual es reprendido y corregido porque ha violado la clausura y ha recibido a mujeres en su celda religiosa. No se defiende y se reconoce pecador. Por ello es castigado a un Convento de la Marca Ancona donde en la soledad intensifica su estudio y oración... Un día se desahoga ante un crucifijo: "¿Qué he mal he hecho, Señor, para verme como estoy?". Cristo Crucificado le dice: " Y, yo, Pedro, ¿qué mal hice?". De esta forma queda consolado y confortado.

Al fin la verdad triunfa y el Papa Gregorio IX, que le conoce a fondo, le nombra en 1.232 Inquisidor General: Roma, Florencia y Milán conocerán a este apóstol de Cristo. Los milagros refrendan su vida abnegada por Cristo y por los hombres.

Sucesivamente es superior de los Conventos de Piaccenza, Como y Génova. En 1.243 Inocencio IV confirma a Pedro como Inquisidor General. Pero una conjura pesa sobre él para asesinarle.
Semblanza Espiritual

Su martirio es como un eco de la muerte de Cristo, pues es fruto de 40 libras milanesas. Era el 6 de abril de 1.252. Regresaba de Milán a su Convento de Como, donde era Prior. Cerca de la aldea de Barsalina recibe dos golpes de hacha en la cabeza, comienza a recitar en voz alta el credo, las fuerzas la faltan y mojando un dedo en su sangre escribe en el suelo "CREO".

El Credo es la síntesis de su vida, de su abnegada entrega, de una fidelidad emocionante a Cristo Crucificado a quien imita y ama. Tenía 46 años. Su cuerpo es trasladado al convento de Milán. El 25 de marzo del año siguiente, 1.253, Inocencio IV le canoniza. Es el protomártir de la Orden Dominicana.

Actualmente sus reliquias se pueden venerar en la preciosa capilla dedicada a el, en la Basílica de San Eustorgio, en Milán.