jueves, 4 de mayo de 2017

CRISTO DE MEDINACELI

La venerada Imagen del Cristo de Medinaceli, en Madrid.

La veneración a la milagrosa Imagen de Jesús se remonta a la primera mitad del siglo XVII, cuando los capuchinos de Sevilla encargaron una talla de Jesús para Mármora, en el norte de África, de cuya capellanía se hacían cargo. La plaza cayó en poder de las tropas del rey de Fez, Muley Ismael.

Destruido el fortín, los españoles fueron tomados como rehenes con todas sus pertenencias, entre ellas la imagen de Jesús. Cuando se consiguió liberar a los cautivos, también se pagó por el Cristo. La estatua viajó a Ceuta, de allí a Sevilla y después a Madrid, dónde entró el 21 de agosto de 1682, precedida de una leyenda de hechos prodigiosos y milagros. La imagen se instaló en una capilla propiedad del duque de Medinaceli, bajo la custodia de los monjes trinitarios.

En el siglo XIX, durante la ocupación francesa de España, la talla sufrirá numerosos traslados: a la calle del Desengaño, luego a la de San Martín, después a la de San Sebastián y a distintas comunidades de monjas, hasta que regresó a su primitivo emplazamiento en la capilla del palacio. En agosto de 1927 comenzaron las obras de la basílica actual, que da a las calles Cervantes y Medinaceli, que terminaron en 1930.

No habían acabado sus vicisitudes, pues a punto estuvo la iglesia de ser quemada en 1936: se roció con gasolina, pero los fieles consiguieron impedir la destrucción. Durante la guerra, el templo sirvió de albergue de milicianos. En febrero de 1937, un batallón de Margarita Nelcken encontró en el sótano la imagen buscando tablones para hacer fuego, pero el capitán José Escudero impidió que la destruyeran, hizo salir de allí a las tropas y cerró la puerta con llave. Comunicó el hallazgo a su comandante, Juan Manuel Oliva, y éste a la Junta de Defensa, que mandaba el general Miaja. Comenzaba su ultimo periplo.

La estatua fue considerada como tesoro artístico y reparada de los desperfectos que en ella había hecho la humedad. Por orden de la Junta, el tesoro artístico se traslada a Valencia y tras pasar por los castillos de Figueras y Perelada prosigue su marcha a Francia y finalmente, el 12 de febrero de 1939, a Ginebra, quedando instalado en el palacio de la Sociedad de Naciones.

Terminada la guerra se gestionó el traslado de los tesoros artísticos. Los RR.PP. Capuchinos tenían noticia del paradero de la imagen y a Suiza viajó el padre Laureano, de noventa y siete años. La operación de vuelta fue un éxito. El 14 de mayo de 1939, Jesús Nazareno volvió a entrar triunfalmente en Madrid en medio del fervor popular.

Todos los primeros viernes de mes acuden al besapiés miles de creyente, pero sin duda el primer viernes de marzo es el más concurrido, ya que congrega a varios millones de fieles venidos no solo de Madrid y alrededores si no de toda España. El templo permanece abierto desde algo antes de la medianoche del viernes hasta poco después de la medianoche del sábado.