SÍMBOLO DE SAN ATANASIO, CONFESIÓN DE FE TRINITARIA.
El Símbolo Quicúmque (o Símbolo Atanasiano) es una profesión de fe (como el Credo de Nicea, el Credo de los Apóstoles y la Profesión del Concilio de Trento), que fue redactado por San Atanasio el Grande, Arzobispo de Alejandría. A pesar de no haber sido redactado por ningún concilio ecuménico, «de hecho, este símbolo alcanzó tanta autoridad en la Iglesia, tanto occidental como oriental, que entró en el uso litúrgico y ha de tenerse por verdadera definición de fe». Recibe el nombre de Quicúmque por la palabra con la que comienza.
Escrito en Latín, el Quicúmque es un resumen didáctico de la doctrina cristiana y se centra especialmente en el dogma de la Santísima Trinidad. Gozó de gran autoridad en la Iglesia Católica Romana (que llegó a ser citado en el Concilio de Florencia) y su uso se extendió rápidamente a todos los ritos de Occidente. Está preceptuado rezarlo (para cuantos tienen por devoción o están obligados a recitar el Divino Oficio) en la Hora prima del Oficio de los Domingos posteriores a Epifanía y Pentecostés, en especial en la Solemnidad de la Santísima Trinidad, como signo de adoración y alabanza a la Trinidad Beatísima, y como protesta perpetua contra los herejes que niegan o mutilan el Dogma de la Trinidad.
Santa Teresa de Ávila nos cuenta en su autobiografía cómo meditando este símbolo recibió gracias especiales para penetrar en este inefable misterio:
“Estando una vez rezando el Quicúmque vult -escribe la santa-, se me dio a entender la manera de cómo era un solo Dios y tres personas tan claramente, que yo me espanté y me consolé mucho. Hízome tan grandísimo provecho para conocer más la grandeza de Dios y sus maravillas…”
SÍMBOLO DE SAN ATANASIO (Quicúmque vult)
LATÍN y ESPAÑOL
† In nómine Patris, et Fílii, et Spíritus Sancti. Amen.
Antíphona: Glória tibi, Trínitas æquális, una Déitas, et ante ómnia sǽcula, et nunc, et in perpétuum. (T. P. Allelúja).
Quicúmque vult salvus esse, ante ómnia opus est, ut téneat Cathólicam fidem:
Quam nisi quisque íntegram inviolátamque serváverit, absque dúbio in ætérnum períbit.
Fides autem Cathólica hæc est: ut unum Deum in Trinitáte, et Trinitátem in unitáte venerémur.
Neque confundéntes persónas, neque substántiam separántes.
Alia est enim persóna Patris, ália Fílii, ália Spíritus Sancti.
Sed Patris, et Fílii, et Spíritus Sancti una est divínitas, æquális glória, coætérna majéstas.
Qualis Pater, talis Fílius, talis Spíritus Sanctus.
Increátus Pater, increátus Fílius, increátus Spíritus Sanctus.
Imménsus Pater, imménsus Fílius, imménsus Spíritus Sanctus.
Ætérnus Pater, ætérnus Fílius, ætérnus Spíritus Sanctus.
Et tamen non tres ætérni, sed unus Ætérnus.
Sicut non tres increáti, nec tres imménsi, sed unus Increátus et unus Imménsus.
Simíliter omnípotens Pater, omnípotens Fílius, omnípotens Spíritus Sanctus.
Et tamen non tres omnipoténtes, sed unus Omnípotens.
Ita Deus Pater, Deus Fílius, Deus Spíritus Sanctus.
Et tamen non tres Dii, sed unus est Deus.
Ita Dóminus Pater, Dóminus Fílius, Dóminus Spíritus Sanctus.
Et tamen non tres Dómini: sed unus est Dóminus.
Quia, sicut singillátim unamquámque persónam Deum ac Dóminum confitéri Christiána veritáte compéllimur: ita tres Déos aut Dóminos dícere Cathólica religióne prohibémur.
Pater a nullo est factus: nec creátus, nec génitus.
Fílius a Patre solo est: non factus, nec creátus, sed génitus.
Spíritus Sanctus a Patre et Fílio: non factus, nec creátus, nec génitus, sed procédens.
Unus ergo Pater, non tres Patres: unus Fílius, non tres Fílii: unus Spíritus Sanctus, non tres Spíritus Sancti.
Et in hac Trinitáte nihil prius aut postérius, nihil majus aut minus: sed totæ tres persónæ coætérnæ sibi sunt et coæquáles.
Ita ut per ómnia, sicut jam supra díctum est, et únitas in Trinitáte, et Trínitas in unitáte veneránda sit.
Qui vult ergo salvus esse, ita de Trinitáte séntiat.
Sed necessárium est ad ætérnam salútem, ut Incarnatiónem quoque Dómini nostri Jesu Christi fidéliter credat.
Est ergo fides recta ut credámus et confiteámur quia Dóminus noster Jesus Christus, Dei Fílius, Deus et homo est.
Deus est ex substántia Patris ante sǽcula génitus: et homo est ex substántia matris in sǽculo natus.
Perféctus Deus, perféctus homo: ex ánima rationáli et humána carne subsístens.
Equális Patri secúndum divinitátem: minor Patre secúndum humanitátem.
Qui, licet Deus sit et homo, non duo tamen, sed unus est Christus.
Unus autem non conversióne divinitátis in carnem: sed assumptióne humanitátis in Deum.
Unus omníno, non confusióne substántiæ: sed unitáte persónæ.
Nam sicut ánima rationális et caro unus est homo: ita Deus et homo unus est Christus.
Qui passus est pro salúte nostra: descéndit ad Ínferos: tértia die resurréxit a mórtuis.
Ascéndit ad Cælos, sedet ad déxteram Dei Patris omnipoténtis: inde ventúrus est judicáre vivos et mórtuos.
Ad cujus advéntum omnes hómines resúrgere habént cum corpóribus suis: et redditúri sunt de factis própriis ratiónem.
Et qui bona egérunt, ibunt in vitam ætérnam: qui vero mala, in ígnem ætérnum.
Hæc est fides Cathólica, quam nisi quisque fidéliter firmitérque credíderit, salvus esse non póterit.
Glória Patri, et Fílio, et Spirítui Sancto. Sicut erat in princípio, et nunc, et semper, et in sǽcula sæculórum. Amen.
TRADUCCIÓN
† En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Antífona. Gloria a ti, Trinidad igual, única Deidad, antes de los siglos, y ahora, y siempre. (T. P. Aleluya).
Todo el que quiera salvarse, es preciso ante todo que profese la Fe Católica:
Pues quien no la observe integra y sin tacha, sin duda alguna perecerá eternamente.
Y ésta es la Fe Católica: que veneremos a un solo Dios en la Trinidad santísima y a la Trinidad en la unidad.
Sin confundir las personas, ni separar la sustancia.
Porque una es la persona del Padre, otra la del Hijo y otra la del Espíritu Santo.
Pero el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son una sola divinidad, les corresponde igual gloria y majestad eterna.
Cual es el Padre, tal es el Hijo, tal el Espíritu Santo.
Increado el Padre, increado el Hijo, increado el Espíritu Santo.
Inmenso el Padre, inmenso el Hijo, inmenso el Espíritu Santo.
Eterno el Padre, eterno el Hijo, eterno el Espíritu Santo.
Y, sin embargo, no son tres eternos, sino un solo Eterno.
De la misma manera, no tres increados, ni tres inmensos, sino un Increado y un Inmenso.
Igualmente, omnipotente el Padre, omnipotente el Hijo, omnipotente el Espíritu Santo.
Y, sin embargo, no tres omnipotentes, sino un Omnipotente.
Del mismo modo, el Padre es Dios, el Hijo es Dios, el Espíritu Santo es Dios.
Y, sin embargo, no son tres Dioses, sino un solo Dios.
Así, el Padre es Señor, el Hijo es Señor, el Espíritu Santo es Señor.
Y, sin embargo, no son tres Señores, sino un solo Señor.
Porque así como la verdad cristiana nos obliga a creer que cada Persona es Dios y Señor, la religión Católica nos prohíbe que hablemos de tres Dioses o Señores.
El Padre no ha sido hecho por nadie, ni creado, ni engendrado.
El Hijo procede solamente del Padre, no hecho, ni creado, sino engendrado.
El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, no hecho, ni creado, ni engendrado, sino procedente.
Por tanto hay un solo Padre, no tres Padres; un Hijo, no tres Hijos; un Espíritu Santo, no tres Espíritus Santos.
Y en esta Trinidad nada hay anterior o posterior, nada mayor o menor: pues las tres personas son coeternas e iguales entre sí.
De tal manera que, como ya se ha dicho antes, hemos de venerar la unidad en la Trinidad y la Trinidad en la unidad.
Por tanto, quien quiera salvarse, es necesario que crea estas cosas sobre la Trinidad.
Pero para alcanzar la salvación eterna es preciso también creer firmemente en la encarnación de nuestro Señor Jesucristo.
La fe verdadera consiste en que creamos y confesemos que nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, es Dios y Hombre.
Es Dios, engendrado de la misma sustancia que el Padre, antes del tiempo; y hombre, engendrado de la sustancia de su Madre santísima en el tiempo.
Perfecto Dios y perfecto hombre: que subsiste con alma racional y carne humana.
Es igual al Padre según la divinidad; menor que el Padre según la humanidad.
El cual, aunque es Dios y hombre, no son dos Cristos, sino un solo Cristo.
Uno, no por conversión de la divinidad en cuerpo, sino por asunción de la humanidad en Dios.
Uno absolutamente, no por confusión de sustancia, sino en la unidad de la persona.
Pues como el alma racional y el cuerpo forman un hombre; así, Cristo es uno, siendo Dios y hombre.
Que padeció por nuestra salvación: descendió a los Infiernos y al tercer día resucitó de entre los muertos.
Subió a los Cielos y está sentado a la diestra de Dios Padre todopoderoso: desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
Y cuando venga, todos los hombres resucitarán con sus cuerpos, y cada uno rendirá cuentas de sus propios hechos.
Y los que hicieron el bien gozarán de vida eterna, pero los que hicieron el mal irán al fuego eterno.
Esta es la Fe Católica, y quien no la crea fiel y firmemente no se podrá salvar.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.