jueves, 9 de junio de 2011

LA IRA DE DIOS

Enseña nuestra Fe católica. Que después de la muerte seremos juzgados por Dios de nuestros pecados personales y recibiremos el premio o castigo merecidos.
Hay otros pecados llamados públicos; son los que se cometen públicamente por los pueblos, naciones, países, y sociedades con leyes inicuas creadas por autoridades perversas, [como los abortos que son crímenes de niños e inocentes indefensos en el vientre de la madre, pecados contra la Ley Natural, blasfemias públicas contra Dios, condenas injustas, mentiras públicas de algunos gobernantes… etc. etc.] Estos pecados los castiga Dios en esta vida con calamidades públicas [terremotos, tsunamis, sequías, inundaciones, volcanes poderosos, guerras (según la Virgen de Fátima), la elección de gobernantes perversos y malos, … etc. etc.]

Un ej. histórico es el pueblo judío que no piso reconocer a Jesús como Mesías e Hijo de Dios, a pesar de los muchos milagros que vieron y constataron, y públicamente lo condenaron injustamente a la muerte pidiendo que su sangre cayera sobre ellos y sobre sus hijos. Dios castigó a Jerusalén a ser destruida; fue sitiada, y después de haber sufrido un hambre horrible, fueron sus habitantes pasados a cuchillo por los romanos; murieron un millón de judíos, y del Templo no quedó piedra sobre piedra, como había anunciado Jesucristo

Así como en las tormentas los rayos son neutralizados por los pararrayos, así la justicia de Dios se contiene ante las oraciones de las almas contemplativas y de clausura. La ciudad de Nínive fue perdonada porque públicamente hizo penitencia de sus pecados. (Mt. 12, 41) Y Jesús nos advierte que si no hiciéremos penitencia todos pereceremos (Lc. 13,5)

Aquí os transcribo lo más importante de una carta escrita por la japonesa Egumi Miyata. Es para leerla y meditarla delante Dios. Es una amenaza que está en el aire, y quiera la misericordia de Dios salvarnos de ella. Pero antes os envío estas palabras augustas del Papa Pío XI, Encíclica “Quas Primas”, 11 diciembre,1925: “Mientras indagábamos las CAUSAS PRINCIPALES DE LAS CALAMIDADES que oprimen y angustiaban al género humano, recordamos haber dicho claramente que tan grande inundación de males se extendía por el mundo porque la mayor parte de los hombre se habían alejado de Jesucristo y de su santa Ley en la práctica de su vida, en la familia y en las cosas públicas”…

Egumi Miyata, ciudadana japonesa, escribió desde Japón una carta cuyos párrafos interesantes transcribimos.

Acabo de recibir un mensaje de un amigo que tiene información de un oficial del ejército japonés. Dice que en la planta nuclear de Fukushima el reactor nuclear ha empezado a fundirse y que no hay nada que se pueda hacer para prevenir la explosión, todo lo que están intentando hacer es simplemente retrasarla.
Hay cuatro o cinco veces más combustible nuclear en Fukushima que en Chemobil, y lo que hace esta situación mucho peor, es que Fukushima tiene seis reactores, uno junto al otro, y el tercer reactor está utilizando como combustible mox (mezcla de óxidos) que contiene plutonio, y como sabéis, el plutonio tiene una radiactividad muy alta.(…)
Es cierto, hay muchas informaciones circulando ahora mismo en Japón, un montón de afirmaciones y rumores. Cuesta mucho averiguar qué es realmente verdad. La televisión dice una cosa y en los periódicos vemos otra. Hay e-mails de advertencias y mensajes de móvil alertando sobre nuevos terremotos. Y la compañía eléctrica no nos informa de la verdad a tiempo. Todo ello nos confunde y nos agota y lo peor podría ser que la gente cayera en el pánico.
Pero el hecho es que el peligro al que nos estamos enfrentando ahora es vuestro también. Si la explosión ocurriese, la radiación se extendería por todo el mundo, a través del mar, la comida, el aire... En los desastres de Three Mile Island en 1979, Chernobil en 1986, los humanos no aprendimos las lecciones que nos costaron tanto.(…)
Oí que hubo una manifestación en Alemania en contra de las centrales nucleares. Por favor, seguid. Si todos nosotros no podemos aprender la lección de ésta catástrofe, nos jugamos el presente y futuro del planeta.(…) Por favor, no perdáis el tiempo. Si creéis que los japoneses necesitamos ayuda, hay algo que sí podéis hacer: ¡Por favor, cambiad el mundo! Con amor y esperanza, Megumi

domingo, 29 de mayo de 2011

ANTE LA ENFERMEDAD


Dolorido ante el paso del tiempo, encorvado entre códigos, matando horas para no pensar. Alzo la cabeza y me come la madrugá, que ya pega bocaos a mansalva. Casi me trago mi cuarto de un bostezo, pero mañana en planta temprano. Todos los días perdiendo, horas de sueños… todos los días durmiendo por los rincones en cualquier hueco. Los días pasan junto a mi cabeza, hasta la agonía. Pero, no es querer decir, que tu empeño en mi enfermedad es mi obsesión. Mi insomnio, me alarga la vida, aunque en realidad me la quita. Me hace soñar con los ojos abiertos, dentro de la realidad. Cruel es no poder imaginar, porque tu tiempo de sueño, no da para soñar. Pierdo el tiempo de los sueños, me paso de largo y los dejo, no quiero tener mis noches entre gritos y recuerdos del pasado. Pero es lo que elijo, y es lo que soy.

Cuando despierto, en medio de la madrugada, sin nadie que me diga que mi grito que rompe los sueños de otros, no fue más que una irrealidad, y que no pasa nada… que no volverá a pasar.

Pero pasar pasa…

lunes, 16 de mayo de 2011

CONVERSANDO CON UN CHAVAL DE 14 AÑOS

Hey. ¿Cómo estás?. Te sientes solo, ¿cierto?. Es una noche de sábado y en lo unico que puedes pensar es que todos tus amigos están haciendo algo más divertido, mientras tu intentas distraerte con un poco de televisión.

Mientras ves las tristezas y alegrías de personajes ficticios para que tu mente no piense que se acerca el lunes. Y volverás a la rutina de ver como todos son más felices. El día en que te vistes de uniforme para ir a una carcel llena de burlas y mediocridad. Te duele pensar en eso, ¿cierto?.

Muchísimo menos quieres pensar en que mañana tienes que vestirte como muñeco de torta para pretender, un domingo más, ser el niño perfecto. El niño dorado que toda madre utiliza como ejemplo para sus hijos. Una mañana más en que tendrás que hablar con tu mejor elocuencia, dos horas más en la que tendrás que fingir que crees en algo que te hace sentir como el ser más asqueroso en todo el universo.

Sin embargo, son dos horas en que ves una mirada orgullosa en la persona que más amas en todo este mundo. Eso te hace feliz, ¿cierto?

Disculpa. No queria recordarte todo esto mientras disfrutas de esta noche. ¡No llores!. Se que piensas que estas solo. Que todo el mundo se vendrá abajo si sueltas solo un centimetro de sinceridad.

Se que sientes que nunca tendrás ese amor que ves ahorita en la televisión. Se que has pensado en concluir tu vida porque no quieres pasar una noche más llorando en tu miseria. Pero no tienes las agallas para hacerlo… ¡Quieres vivir!. De alguna forma sabes que todo se solucionará algun día. Crees que podrás fingir por siempre, ¿cierto?.

Pues dejame decirte algo. Vienen en tu camino millones de litros más de lagrimas. Pero no te preocupes… la mayoria serán de felicidad.

Vienen muchísimos amigos que en algun momento te abandonarán para siempre. Pero no te preocupes… te harán crecer. Te volverán una persona más fuerte y te apoyarán en ser el hombre que quieres ser.

Hey. ¡Alguien te llama desde la cocina!. Te digo algo. Ella llorará y sufrirá muchísimo. Pero no te preocupes… su mirada de orgullo nunca desaparecerá. Su amor aumentará y verás que seguirás siendo la personita más importante para ella.

Me gustaría que no la culparas y no llegues a odiarla. En algun momento pasará. Pero no te preocupes… luego verás que no hay amor más puro que el que ella te ofrece.

Sentirás que jamás podrás amar. ¡Cuánto te dolerá ver parejas tomadas de la mano en los centros comerciales!. Pero no te preocupes… ¡tendrás algo mejor!.

Te romperán el corazón. Pero no te preocupes… ¡Serás afortunado!. Solo te pasará una vez.

¿Te digo algo? Estaré muy orgulloso de ti. Lucharás mucho por cumplir tus sueños. En momentos parecerán inalcanzables. Pero no te preocupes… tienes todo el ingenio para alcanzarlos.

Sientete orgulloso de ser tu mismo. Verás que muy pronto esa será tu mejor cualidad.

En 7 años estarás escribiendo esto con una sonrisa en tu rostro, aun estarás escuchando a Christina Aguilera. Y verás que todo valió la pena. Será muy duro. Pero verás que será asi.

¡Confio en ti!

domingo, 8 de mayo de 2011

TE PROMETO

Te prometo que mañana serás lo primero en mi mente.

Te prometo que esta noche cerraré mis ojos y soñaré contigo.

Te prometo que te seguiré robando besos. Aunque aún te moleste.

Te prometo no enfermarme por empaparme con la lluvia. Aunque sabes que me encanta caminar bajo ella.

Te prometo que me cuidaré y no saltaré ninguna comida.

Te prometo que no dejaré de hacer esas cosas tontas que te hacen reir. Aunque nunca entienda el por qué.

Te prometo un ventilador en la casa. Para calmar siempre tus amarguras.

Te prometo que seguiré diciendote “Te Amo” al menos 100 veces al día.

Te prometo nunca dejar de ser niño. Para seguir dando luz a tu vida.

Te prometo un sábado arropados en casa.

Te prometo que tus sueños se harán realidad. Eres de esos que lo merecen.

Te prometo nunca dejar de ser YO. Porque de mi fue de quien te enamoraste.

Te prometo seguir ocultando que lloro en toda película de Disney. Aunque se que te ries al verme.

Te prometo un café en París y un beso en Roma.

Te prometo que seguiré siendo torpe… me encanta que arregles mi vida.

Te prometo ser un mejor amigo… que nunca dejará de desearte.

Te prometo un “No Te Vayas” cada vez que tengamos que estar lejos.

Te prometo una vida en la que todos los días intentaré hacerte sentir tan felíz como tu me haces sentir a mi.

CICATRICES


Cuando escuchamos la palabra “cicatriz” inmediatamente pensamos en marcas horribles y desagradables que no queremos en nuestra piel. Sin embargo, las cicatrices existen cuando se ha reparado algún daño, cuando se ha sanado una herida.

Y la verdad es que todos tenemos cicatrices. Hermosas marcas que diversas experiencias en nuestra vida han dejado permanentemente en nuestra piel. Huellas que no podemos borrar, que no debemos ignorar y que siempre debemos admirar.

A lo largo de mi corta vida me he dado cuenta que son las experiencias más dificiles y dolorosas las que me han moldeado. Me han fortalecido y me han hecho quien soy actualmente.

Tengo una gran cicatriz en mi frente. Cuando solamente era un niño, recibí una gran cantidad de golpes a mi orgullo, a mi personalidad, a mi forma de ser y de pensar. No podía tener una opinión diferente, estaba limitado a una sola creencia y a una sola manera de ver las cosas. Nadie podía ver las consecuencias que esto tenía en mi. Yo era el único que veía la sangre por las noches, yo era el responsable de limpiar la herida y alimentarme de la suficiente anestesia para poder despertarme al siguiente día y fingir que todo estaba bien.

El químico era tan fuerte que me creía mi propia mentira. No era suficiente ni necesario engañar a los demás… lo importante era engañarme a mi mismo. Lo importante era hacerle a mi cuerpo saber que no existía ningún dolor, no había herida, todo estaba bien.

El adormecimiento se detuvo cuando supe que estaba sufriendo. Estuve años pensando que mi dolor era justificado y necesario. Es decir, la anestecia era tan fuerte que yo ni siquiera sabía que estaba agonizando.

Hasta que ese alguien llegó y, sin saberlo, comenzó a sanar mis heridas. Hasta que nuevos amigos, nuevas experiencias y una nueva forma de ver las cosas comenzaron a cicatrizar esa primera lesión. Yo no cambié ni el dolor tampoco. Simplemente, dejé de anesteciarme y dejé a la herida curarse. ¡Qué doloroso fue el proceso de cicatrización! Pero… ¡qué necesario!.

Desde entonces, la persona que curó mi primera herida fue la responsable de abrir otras. Me he caído, me han golpeado, me he lesionado… se han abierto muchas otras fuentes de sufrimiento y se han cicatrizado.

Pero gracias al gran sufrimiento que experimenté, he aprenido a que no debo anesteciar mi agonía. No debo engañarme… debo vivir, sentir.

Por eso siempre veo esa primera cicatriz en mi frente. Todos los días la admiro y me alegro de que forme parte de mi piel. Me siento orgulloso de esa y de todas mis cicatrices. Han formado y endurecido mi corteza… forman parte de mi. ¿Y tú? ¿Estás orgulloso de tus cicatrices? ¿O todavía tienes viejas heridas que no quieres dejar cerrar?.

lunes, 2 de mayo de 2011

El Sur es mi Norte


¿Por qué decir que el Sur ahora se transformó en mi Norte? La verdad es que esa frase es una variación de lo que una vez afirmó Joaquín Torres García, un importante artista uruguayo que creó ese mapa (América invertida – 1943).

“…en realidad, nuestro norte es el Sur. No debe haber norte, para nosotros, sino por oposición a nuestro Sur. Por eso ahora ponemos el mapa al revés, y entonces ya tenemos justa idea de nuestra posición, y no como quieren en el resto del mundo. La punta de América, desde ahora, prolongándose, señala insistentemente el Sur, nuestro norte.”
(Joaquín Torres García. Universalismo Constructivo, Bs. As. : Poseidón, 1941.)

Llegando a Uruguay, y viniendo desde un país al norte que ya buscó dominarlo territorialmente y económicamente (en ese último caso, la agenda de dominación aún sigue, disfrazada en los mecanismos de integración del Mercosur), tengo que aprender a ver las personas y la realidad a partir de puntos de referencia distintos.

La vivencia y comunicación del evangelio se darán mucho mejor cuando ocurria ese proceso de encarnación en la otra cultura. Tengo una fuerte sospecha de que eso no se da rápidamente. Lleva tiempo, muchas veces toda una vida, para entender y comunicar el evangelio de vida en Jesús cundo lo vivimos y lo trasladamos a otra cultura.

La propia revelación de Dios llegó hasta nosotros en ese proceso de mezcla y transposición de variadas culturas. Las diversas culturas de los tiempos bíblicos, las culturas de los intermediarios en un largo proceso histórico, la cultura de los misioneros que llegaran con el “Libro” a nuestro país, y ahora “mi” cultura cuando llego al “otro” país.

Diversidad de culturas, samba, tango, “jeitinho” brasileño y garra charrúa (nación indígena prácticamente exterminada por los blancos “cristianos” del pasado) para manejar tantos puentes, interpretaciones y aplicaciones de tales verdades que aún creemos que hay en el evangelio de Jesús.

Nuestro consuelo y esperanza es que recibimos una ayuda divina en el proceso. Dios, en su misericordia viene y nos forma en el medio de la jornada. Muchas veces nos hace crecer al mismo tiempo en que nos humilla. Pero esa es una buena humillación, lo reconozco sin ser masoquista. Cuando dependemos más de Dios para entender algunas cosas, y cuando escuchamos más de nuestros hermanos para entender la Palabra y crecer en la fe, en un esfuerzo comunitario y misionero, siento que estoy en una situación ideal para madurar, rumbo a lo que Dios desea de mi.

¿Qué quiere Él de mi? Bueno, en el camino voy descubriendo, con la gracia de Dios.

http://www.cieeal.org/blog/31

Evangelio Domingo 6 de Abril – Tercer Domingo de Pascua

Lucas 24, 13-35

«Al pasar los años, en las comunidades cristianas se fue planteando espontáneamente un problema muy real. Pedro, María Magdalena y los demás discípulos habían vivido unas experiencias muy «especiales» de encuentro con Jesús vivo después de su muerte. Unas experiencias que a ellos los llevaron a «creer» en Jesús resucitado. Pero los que se acercaron más tarde al grupo de seguidores, ¿cómo podían despertar y alimentar esa misma fe?

Éste es también hoy nuestro problema. Nosotros no hemos vivido el encuentro con el resucitado que vivieron los primeros discípulos. ¿Con qué experiencias podemos contar nosotros? Esto es lo que plantea el relato de los discípulos de Emaús.

Los dos caminan hacia sus casas, tristes y desolados. Su fe en Jesús se ha apagado. Ya no esperan nada de él. Todo ha sido una ilusión. Jesús que los sigue sin hacerse notar, los alcanza y camina con ellos. Lucas expone así la situación: «Jesús se puso a caminar con ellos, pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo». ¿Qué pueden hacer para poder reconocer su presencia viva junto a ellos?

Lo importante es que estos discípulos no olvidan a Jesús; «conversan y discuten» sobre él; recuerdan sus «palabras» y sus «hechos» de gran profeta; dejan que aquel desconocido les vaya explicando todo lo ocurrido. Sus ojos no se abren enseguida, pero «su corazón comienza a arder».

Es lo primero que necesitamos en nuestras comunidades: recordar a Jesús, ahondar en su mensaje y en su actuación, meditar en su crucifixión… Si, en algún momento, Jesús nos conmueve, sus palabras nos llegan muy dentro y nuestro corazón comienza a arder, es señal de que nuestra fe se está despertando.

No basta. Según Lucas es necesaria la experiencia de la cena eucarística. Aunque todavía no saben quién es, los dos caminantes sienten necesidad de Jesús. Les hace bien su compañía. No quieren que los deje «Quédate con nosotros». Lucas lo subraya con gozo: «Jesús entró para quedarse con ellos». En la cena se les abren los ojos.

Estas son las dos experiencias clave: sentir que nuestro corazón arde al actualizar su mensaje, su actuación y su vida entera; sentir que, al celebrar la eucaristía, su persona nos alimenta, nos fortalece y nos consuela. Así crece en la Iglesia la fe en el Resucitado.

José Antonio Pagola

domingo, 10 de abril de 2011

LAMENT

The choice was mine, and mine completely
I could have any prize that I desired
I could burn with the splendor of the brightest fire
Or else, or else I could choose time

Remember I was very young then
And a year was forever and a day
So what use could fifty, sixty, seventy be?
I saw the lights, and I was on my way

And how I lived, how they shone
But how soon the lights were gone


The choice was yours and noone else's
You can cry for a body in despair
Hang your head because she is no longer there
To shine, to dazzle, or betray
How she lived, how she shone
But how soon the lights were gone


Eyes, hair, face, image
All must be preserved
Still life displayed forever
No less than she deserved.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Tras la Huellas de Bruno


Tú, que eres mi Señor,
Tú, cuya voluntad prefiero a la mía.
No me es posible contentarme con palabras
al presentarte mi oración.
Escucha mi grito que te suplica
como un inmenso clamor...

Tú, de quien me he constituido siervo:
Te ruego con perseverancia e insistiré en mi ruego,
hasta merecer alcanzar tu favor.
Pues no anhelo un bien de la tierra;
no pido más que lo que debo pedir:
sólo a Ti...

¡Ten piedad de mí!
Y pues inmensa es tu misericordia
y grande mi pecado,ten piedad de mí inmensamente
en proporción a tu misericordia.

Entonces podré cantar tus alabanzas,
contemplándote, Señor.
Te bendeciré con una bendición
que perdurará a lo largo de los siglos;
te alabaré con la alabanza y la contemplación,
en este mundo y en el otro,
como María, de quien nos dice el Evangelio,
que ha escogido la parte mejor.
Amén.

Oración atribuida a S.Bruno

miércoles, 9 de marzo de 2011

Bienaventuranzas del misionero


Autor: Hna. María Virginia Ciette SSpS.

Bienaventurado el misionero que vive enamorado de Cristo, que se fía de Él como lo más necesario y absoluto, porque no quedará defraudado.

Bienaventurado el misionero que cada mañana dice "Padre Nuestro", llevando en su corazón todas las razas, pueblos y lenguas, porque no se conformará con una vida mezquina.

Bienaventurado el misionero que mantiene su ideal e ilusión por el Reino y no pierde el tiempo en cosas accidentales, porque Dios acompaña a los que siguen su ritmo.

Bienaventurado el misionero con un corazón puro y transparente, que sabe descubrir el amor y la ternura de Dios sin complicaciones, porque Dios siempre se le revelará.

Bienaventurado el misionero que reconoce y acepta sus limitaciones y debilidades y no pretende ser invencible, porque Dios se complace en los humildes.

Bienaventurado el misionero que sabe discernir con sabiduría lo que conviene callar y hablar en cada circunstancia, porque nunca tendrá que arrepentirse de haber ofendido a un hermano.

Bienaventurado el misionero que no puede vivir sin la oración y sin saborear las riquezas de la Palabra de Dios, porque esto dará sentido a su vida.

Bienaventurado el misionero que anuncia la verdad sobre Jesucristo y denuncia las injusticias que oprimen a los hombres, porque será llamado profeta de los signos de los tiempos.

Bienaventurado el misionero que sabe asumir y valorar la cultura de los pueblos, porque habrá entendido el misterio de la Encarnación.

Bienaventurado el misionero que tiene tiempo para hacer felices a los demás, que encuentra tiempo para los amigos, la lectura, el esparcimiento, porque ha comprendido el Mandamiento del Amor y se conoce humano y necesitado.

HIMNO DE HONDURAS


HIMNO DE HONDURAS

Tu bandera es un lampo de cielo
por un bloque de nieve cruzado;
y se ven en su fondo sagrado
cinco estrellas de pálido azul;
en tu emblema, que un mar rumoroso
Con sus ondas bravías escuda,
de un volcán tras la cima desnuda,
hay un astro de nítida luz.

India Virgen y hermosa dormías
de tus mares al canto sonoro,
cuando echada en tus cuencas de oro
el audaz navegante te halló;
y al mirar tu belleza extasiado,
al influjo ideal de tu encanto
la orla azul de tu espléndido manto
con un beso de amor consagró.

De un país donde el sol se levanta,
más allá del atlante azulado,
aquel hombre te había soñado
y en tu busca a la mar se lanzó.
Cuando erguiste la pálida frente,
en la viva ansiedad de tu anhelo,
bajo el dombo gentil de tu cielo,
ya flotaba un extraño pendón.

Era inútil que el indio, tu amado,
se aprestara a la lucha con ira,
porque envuelto en su sangre Lempira
en la noche profunda se hundió.
Y de la épica hazaña, en memoria,
la leyenda tan sólo ha guardado
de un Sepulcro el lugar ignorado
y el severo perfil de un peñón.

Por tres siglos tus hijos oyeron
el mandato imperioso del amo,
por tres siglos tu inútil reclamo
en la atmósfera azul se perdió.
Pero un día de gloria tu oído
Percibió, poderoso y distante,
Que allá lejos, por sobre el Atlante
Indignado rugía un león.

Era Francia, la libre, la heroica,
que en su sueño de siglos dormida,
despertaba iracunda a la vida
al reclamo viril de Datón.
Era Francia que enviaba a la muerte
la cabeza del rey consagrado
y que alzaba soberbia a su lado
El altar de la Diosa Razón.

Tú también, Oh mi Patria! Te alzaste
de tu sueño servil y profundo;
tú también enseñaste al mundo
destrozando el infame eslabón.
Y de tu celo bendito, tras la alta
cabellera del monte salvaje
como un ave de negro plumaje,
la colonia fugaz se perdió.

Por guardar ese emblema divino
marcharemos, ¡Oh Patria! A la muerte,
generosa será nuestra suerte,
si morimos pensando en tu amor.
Defendiendo tu santa bandera,
y en tus pliegues gloriosos cubiertos,
serán muchos, Honduras, tus muertos,
pero todos caerán con honor.

HONDURAS SOS VOS




Yo soy de un sur de colinas
Mar pacifico y mar caribe
De oriental bosque olanchano
De sabana misquita.

De ciudad maya sagrada
De histórica capital
De indígena de inmigrante
De pasado colonial

Montañas selva y paisaje
Ríos que hoy fluyen en mi
Orgullo llevo en el alma
Por la tierra en que nací

Honduras sos vos
Honduras soy yo
Orgullo naturaleza
Y de buena tradición

Honduras sos vos
Honduras soy yo
Amor caribe y caramba
Café maíz y tambor (BIS)

Soy pensamiento y poesía
En Lempira rebelión
Lucha de hombres y mujeres
Soy en Morazán la unión

A mejorar el presente
Le pongo ganas y fe
Viva mi tierra y su gente
Donde sea lo diré

Montañas selva y paisaje
Ríos que hoy fluyen en mi
Orgullo llevo en el alma
Por la tierra en que nací

domingo, 13 de febrero de 2011

LA MUERTE NO EXISTE


La muerte no existe. Las estrellas desaparecen tras el horizonte para levantarse sobre otras tierras, y siempre brillando en la enjoyada corona del cielo, resplandecen por siempre jamás. La muerte no existe. Las hojas del bosque convierten en vida el aire invisible; las rocas se desintegran para alimentar el hambriento musgo que arraigó en ellas. La muerte no existe. El polvo que pisamos se cambiará con las lluvias estivales en granos dorados, dulces frutas o policromas flores. La muerte no existe. Las hojas caen y las flores se marchitan y desaparecen, pero no hacen más que esperar durante las horas invernales el tibio y dulce aliento de Mayo. La muerte no existe, aunque lloremos cuando las formas familiares que hemos aprendido a amar nos son arrancadas de nuestros amantes brazos. Aunque con el corazón destrozado y cubiertos con nuestros vestidos de luto llevemos sus restos insensibles a su última morada, y digamos que han muerto. No, no están muertos.
Sólo se han ido más allá de la niebla que nos ciega aquí, a esa nueva y más amplia vida de esferas más serenas. No han hecho más que dejar caer su vestido de arcilla para ponerse una túnica resplandeciente; no han ido muy lejos, ni se han perdido ni partido. Aunque invisibles para los ojos mortales, todavía están aquí y nos siguen amando. Y nunca olvidan a los seres queridos que han dejado atrás. Algunas veces sentimos en nuestra frente afiebrada la caricia de su mano o un hálito balsámico. Nuestro espíritu los ve, y nuestros corazones se consuelan y tranquilizan. Si, siempre cerca de nosotros, aunque invisibles, están nuestros espíritus queridos e inmortales. Porque en todo el ilimitado Universo de Dios hay Vida, y la muerte no existe.
MAX HEINDEL

sábado, 12 de febrero de 2011

UN PASEO POR LOS SALMOS (Y III)

Salmo 101 (100)

Este Salmo es una profesión de fidelidad a la misión que Dios había confiado a David y a sus descendientes: la de gobernar con justicia la “Ciudad del Señor” (v. 8). Es difícil determinar con exactitud en qué circunstancias el rey davídico debía pronunciar estas palabras. Probablemente, lo hacía en el transcurso de una acción litúrgica, que conmemoraba periódicamente la institución de la dinastía y la alianza del Señor con la casa de David.
La tradición cristiana ha encontrado en este Salmo el ideal y el programa de todo gobierno justo.

Salmo 102 (101)

La interpretación de este Salmo se ve dificultada por la inclusión en un mismo poema de elementos bastante heterogéneos: súplica individual (vs. 2-12, 24-25), expresiones hímnicas (vs. 13, 26-28), y anuncio profético (vs. 14-23). Para resolver esta dificultad, se podría dar la siguiente explicación: durante el exilio babilónico, se aplicó la súplica de un enfermo grave a la situación en que se encontraba Israel, cuando Jerusalén y el Templo estaban en ruinas. Entonces se añadió un oráculo que anunciaba la reconstrucción del Santuario (v. 17)y el retorno de los desterrados (v. 23).
Este es uno de los Salmos llamados “penitenciales” (Sal. 6; 32; 38; 51; 130; 143). El tema de los vs. 2-12 hace que se lo incluya entre las “Oraciones de los enfermos” (Sal. 6; 38; 41; 88;).

Salmo 103 (102)

Este himno de alabanza a Dios comienza en forma de diálogo entre el salmista y su propia alma (vs. 1-6), y luego continúa en el estilo propio de los himnos. Su tema es la infinita bondad del Señor, que se brinda incesantemente a los hombres, en especial a los débiles (vs. 3-4) y a los oprimidos (v. 6). La actitud de Dios hacia los pecadores no es la de un Juez inapelable, sino la de un padre bondadoso (vs. 8-13), que conoce a fondo la miseria del hombre (vs. 14-16). El poema concluye con una invitación a bendecir a Dios, dirigida a todo el universo.

Salmo 104 (103)

El tema de este bellísimo himno es la obra de Dios en la creación. El poema presenta una semejanza notable con un himno egipcio al dios Sol, proveniente del siglo XIV a. C. Más evidente aún es su relación con el primer capítulo del Génesis. Sin embargo, el salmista utiliza sus fuentes de inspiración con una gran libertad y originalidad. Se describe al universo visible como una realidad desbordante de movimiento y de vida, que refleja, hasta en los detalles más ínfimos (vs. 17-18, 21), el poder y la sabiduría del Creador.

Salmo 105 (104)

Este Salmo “histórico” es la proclamación de las maravillas que realizó el Señor para la salvación de su Pueblo. Las acciones divinas se enumeran a partir de la Alianza de Dios con Abraham (vs. 8-9), y el designio salvífico es presentado como una prueba constante de la fidelidad de Dios, que lleva a su cumplimiento las promesas hechas al Patriarca (vs. 44-45). La alabanza, la acción de gracias y la obediencia a los preceptos divinos deben ser la respuesta de Israel a la obra de Dios.
Una parte de este Salmo se vuelve a encontrar en 1 Crón. 16. 8-22, en el contexto de una acción litúrgica.

Salmo 106 (105)

También en este Salmo se enumeran los acontecimientos de la Historia de la Salvación, desde el Éxodo de Egipto (vs. 7-10) hasta el exilio babilónico (vs. 41-46). Pero aquí se ponen de relieve las reiteradas rebeldías de Israel, en oposición a la misericordia y fidelidad del Señor. Todo el Salmo tiene un marcado acento penitencial (v. 6) y didáctico, y supone, además, que muchos israelitas se encuentran dispersos entre las naciones (vs. 27, 47). Por eso la narración histórica concluye con una súplica para que el Señor vuelva a congregar a todo su Pueblo en la Tierra prometida (vs. 47-48).

Salmo 107 (106)

En este canto de acción de gracias, se describen cuatro situaciones típicas, que ponen de manifiesto una especial providencia de Dios: la vuelta del exilio, presentada como un nuevo Éxodo (vs. 4-9); la liberación de los cautivos (vs. 10-16); la ayuda divina a los que sufren (vs. 17-22) y a los navegantes en peligro (vs. 23-32). La parte final del Salmo (vs. 33-43) tiene un carácter hímnico-sapiencial, y su tema central es el poder de Dios, que transforma el orden de los acontecimientos en beneficio de sus fieles.

Salmo 108 (107)

Este Salmo resulta de la combinación de dos fragmentos, que se encuentran en los Salmos 57. 8-12; 60. 7-14. En la primera parte (vs. 2-7), el salmista alaba fervientemente al Señor por su misericordia y su fidelidad. La segunda (vs. 8-14) contiene un oráculo divino y una expresión de confianza en la ayuda del Señor.

Salmo 109 (108)

Las imprecaciones contenidas en esta súplica -las más violentas de todo el Salterio- han dado a este Salmo una particular celebridad. Estas imprecaciones se atribuyen generalmente al salmista, pero hay serias razones para pensar que él no hace más que repetir, delante del Señor, las palabras de sus acusadores y perseguidores.

Salmo 110 (109)

El núcleo de este Salmo “real” está constituido por un oráculo del Señor, que proclama los privilegios concedidos a los reyes davídicos en el día de su entronización. Este oráculo se articula en tres partes, introducidas y ampliadas por la palabra del salmista. El primer privilegio del rey es el de ser lugarteniente del Señor y partícipe de su soberanía (vs. 1-2). El segundo radica en su filiación divina, fundada en una adopción por parte de Dios (v. 3). El tercero es su condición de sacerdote “a la manera de Melquisedec” (v. 4), el antiguo rey de Jerusalén y sacerdote de Dios, el Altísimo (Gn. 14. 18).
Con el transcurso del tiempo -sobre todo después del exilio- este Salmo sirvió para alentar la esperanza mesiánica de Israel. En este mismo sentido lo utiliza el Nuevo Testamento, citándolo repetidamente como un testimonio profético de la dignidad mesiánica de Jesús, el Rey y Sacerdote de la Nueva Alianza.

Salmo 113 (112)

Este breve himno propone un doble motivo para alabar a Dios: su infinita grandeza, que trasciende todos los límites del universo (v. 4), y su admirable condescendencia, que lo mueve a “inclinarse” bondadosamente hacia la tierra (vs. 5-6), para elevar a los más pobres y desamparados (vs. 7-9).
Con este Salmo se inicia una colección de seis poemas (Sal. 113 -118) que la tradición rabínica denomina “Halel”, palabra hebrea vinculada con la exclamación litúrgica “¡Aleluya!”. Estos Salmos eran cantados en las fiestas religiosas más importantes, sobre todo durante la celebración de la Cena pascual (Mt. 26. 30).

Salmo 114 (113a)

Con admirable concisión y gran expresividad poética, este “Himno pascual” rememora toda la epopeya del Éxodo como un signo del absoluto dominio del Señor sobre las fuerzas de la naturaleza. Estas no pueden ofrecer ningún obstáculo ante la presencia del Dios de Israel, que se ha manifestado para liberar a su Pueblo de la esclavitud e introducirlo triunfalmente en la Tierra prometida (vs. 1-2).

Salmo 115 ( 113b )

La falta de unidad de este Salmo procede de su carácter litúrgico y coral. Cada una de sus partes responde a los diversos momentos de una acción litúrgica, celebrada por la comunidad postexílica. Aunque se ignoran los detalles de esa liturgia, es evidente que de ella participaban un coro y uno o varios solistas (vs. 9-18). El rasgo más característico del Salmo es la profesión de fe en el único Dios, en manifiesta polémica contra el paganismo circundante (vs. 4-8). De esta fe provienen la confianza en la omnipotencia divina (vs. 3, 9-11) y la seguridad de contar con las bendiciones del Señor (vs. 12-15).

Salmo 116 (114-115)

En señal de reconocimiento al Señor, que lo libró de un peligro de muerte (vs. 3, 8-9), el salmista entona este canto de acción de gracias. El recuerdo de su aflicción acentúa los sentimientos de amor (v. 1), de esperanza (v. 7) y de gratitud (v. 12). La oración está acompañada de una serie de reflexiones sapienciales, que subrayan la misericordia del Señor hacia los más débiles (vs. 5-6) y su preocupación por librarlos de la muerte (v. 15). La parte final del Salmo alude a los sacrificios que constituían una parte esencial en el rito de acción de gracias.

Salmo 117 (116)

En este Salmo - el más breve del Salterio - todas las naciones son invitadas a alabar al Dios de Israel (v. 1), por el inmenso amor que tiene hacia su Pueblo (v. 2). Estos dos elementos definen el “universalismo” del Antiguo Testamento en sus rasgos más esenciales, al poner de manifiesto la función mediadora de Israel en la salvación de todos los pueblos.

Salmo 118 (117)

Este magnífico canto de acción de gracias celebra una victoria de Israel, en la que se puso de manifiesto una vez más el amor del Señor hacia su Pueblo (vs. 1-4) y su invencible poder (vs. 15-16). La referencia explícita a dos acciones cultuales -la liturgia de entrada al Santuario (vs. 19-20) y la procesión de la comunidad hacia el altar (v. 27)- destaca con particular relieve el carácter litúrgico del Salmo. En esa liturgia de acción de gracias, la función principal corresponde al rey, que describe la acción salvadora de Dios en primera persona del singular (vs. 5-14, 17-18, 21), mostrando así su condición de representante y portavoz de todo el Pueblo.
La liturgia cristiana confirió a este Salmo un significado “pascual” , y lo utiliza para cantar la victoria de Cristo.

Salmo 120 (119)

Con este breve poema se inicia la colección de los Salmos “de peregrinación” (Sal 120 - 134), que también reciben el nombre de “graduales” o de las “subidas”, porque eran cantados por los peregrinos que “subían” a Jerusalén, con motivo de las grandes fiestas anuales (Éx. 23. ]4-19).
Este Salmo refleja poéticamente la situación de los humildes y desposeídos, que viven en medio de una sociedad dominada por la agresividad y la mentira. Allí se encuentran como extranjeros, como desterrados en un país hostil o entre las tribus del desierto (vs. 5-7).

Salmo 121 (120)

La estructura dialogada de este Salmo parece indicar que los peregrinos lo cantaban en forma coral, durante la marcha hacia Jerusalén. Un tono de serena confianza atraviesa todo el poema. En él se describe al Señor como un centinela, que está alerta en su puesto de guardia para proteger a sus fieles. El bellísimo verso inicial se inspira probablemente en la actitud de los peregrinos, que avanzaban con la mirada fija en las montañas, esperando divisar la altura donde se elevaba el Templo de Sión.
Salmo 122 (121)

La alegría de los peregrinos al emprender la marcha hacia Jerusalén (v. 1), el espectáculo de las tribus que avanzaban procesionalmente (v. 4) y la emoción que se experimentaba al pisar el suelo de Sión (v. 2), dan pie al salmista para hacer un elogio entusiasta de la Ciudad santa. La masa “compacta y armoniosa” de sus casas y sus palacios (v. 3), imagen de la unidad del Pueblo elegido (Sal. 87), constituía un especial motivo de admiración. En los versículos finales, el elogio se convierte en augurio de felicidad para Jerusalén y sus moradores (vs. 6-9).

Salmo 123 (122)

En contraposición con el optimismo nacional del Salmo anterior, esta ardiente súplica refleja la opresión en que se encontraban los israelitas a su vuelta del exilio babilónico (Neh. 4. 1-5). La reconstrucción material y espiritual de la nación se realizaba en medio de las luchas más penosas. Las bellas imágenes del v. 2 indican que sólo la protección divina podía ofrecer a los repatriados un motivo de esperanza.

Salmo 124 (123)

En este canto de liberación, Israel agradece al Señor que lo haya salvado de un gravísimo peligro. Varias imágenes se suceden para describir vívidamente la seriedad de la amenaza: las aguas torrenciales (v. 4), las fieras a punto de devorar (v. 6), la trampa del cazador (v. 7). Sin embargo, faltan alusiones concretas a una situación histórica precisa, y no es fácil decidir si la liberación es el retorno del exilio babilónico o una victoria en tiempos de los Macabeos.

Salmo 125 (124)

El espectáculo de la Ciudad santa, protegida por un cerco de montañas, suscita la actitud de profunda confianza en Dios, que se refleja en este Salmo. La “herencia de los justos” (v. 3) es la tierra de Canaán, distribuida entre las tribus de Israel, por medio de un sorteo, en tiempos de Josué (18. 10-11). El “cetro de los malvados” -es decir, la dominación extranjera- pesa como una amenaza sobre ese territorio- pero la protección divina es una prenda de seguridad para sus fieles (v. 2).

Salmo 126 (125)

El tono de este poema -como el del Salmo 85- refleja elocuentemente la situación espiritual de los israelitas al término del exilio. El edicto de Ciro (538 a. C.), que autorizó la vuelta de los cautivos a la patria, había provocado un inesperado cambio político y era motivo de la más intensa alegría. Pero al mismo tiempo, la restauración nacional se realizaba en medio de muchas dificultades, y los vaticinios proféticos (Is. 40 - 55) no acababan de cumplirse plenamente. Por eso Israel pide al Señor que “cambie la suerte” de Sión (v. 4), para que la fatigosa siembra se transforme en una gozosa cosecha (vs. 5-6).

Salmo 127 (126)

Este hermoso poema sapiencial es una invitación a la confianza en la Providencia divina. El salmista quiere inculcar que sólo Dios puede asegurar la prosperidad de los esfuerzos humanos. En especial, los hijos son un don de Dios (v. 3), porque la fecundidad únicamente puede provenir de la bendición divina.

Salmo 128 (127)

La felicidad de los justos -constituida por los sencillos goces de la vida familiar- es el tema central de este hermoso poema. Al final del Salmo (v. 5), el horizonte se amplía, y la felicidad personal aparece estrechamente vinculada con la prosperidad de Jerusalén, centro de la vida nacional y fuente de bendición para todo Israel.

Salmo 129 (128)

Este Salmo retoma en parte el tema del Salmo 124. Desde los comienzos de su historia (vs. 1-2), Israel debió soportar a numerosos opresores. Pero el Señor nunca permitió que aniquilaran a su Pueblo. Apoyados en esta experiencia de la protección divina, los peregrinos piden al Señor la rápida destrucción de sus enemigos y miran confiadamente hacia el futuro.

Salmo 130 (129)

En esta súplica, el reconocimiento del propio pecado se une a la confiada seguridad de obtener el perdón divino. El salmista, lejos de sentise abandonado de Dios, se apoya en la conciencia de su propia indignidad, para acercarse a él. Con esta actitud implora el perdón y la protección, no sólo para sí mismo, sino también para todo su Pueblo.
Este es uno de los Salmos llamados “penitenciales” (Sal. 6; 32; 38; 51; 102; 143), y la tradición cristiana lo utiliza preferentemente en la liturgia de los difuntos por su marcado tono de esperanza.

Salmo 131 (130)

Con una gran espontaneidad, el salmista describe su actitud humilde y confiada delante de Dios, fundada en la renuncia a toda “aspiración desmedida” (v. 1). Esta actitud se expresa admirablemente en la imagen del niño que descansa tranquilo en los “brazos de su madre” (v. 2). El versículo final amplía la perspectiva a todo Israel, para exhortarlo a tener ese mismo espíritu de humildad y confianza en el Señor.

Salmo 132 (131)

Este Salmo rememora el traslado del Arca de la Alianza al monte Sión (2 Sam. 6. 12-19). Las dos partes que lo integran se corresponden en perfecto paralelismo. La primera (vs. 1-10) comienza con el recuerdo del “juramento” hecho por David de no concederse ningún descanso hasta encontrar una Morada digna del Señor (vs. 1-5). La segunda (vs. 11-18) es la respuesta divina a los desvelos del rey: en forma de oráculo, el Señor “jura” a David que su dinastía no tendrá fin y le promete la prosperidad para su Pueblo.
Los cortes abruptos de los vs. 6-10 dejan entrever los diversos momentos de una liturgia procesional. Algunos indicios permiten afirmar que esta era celebrada anualmente, en tiempos de la monarquía, para conmemorar la elección de la dinastía davídica y del monte Sión (2 Sam. 7).

Salmo 133 (132)

Este delicado poema es un elogio de la convivencia fraternal, tanto en la intimidad de la familia como en la comunidad nacional y religiosa. Las grandes fiestas anuales -cuando toda la comunidad de Israel se congregaba en el monte Sión- eran la ocasión más propicia para intensificar los vínculos fraternales entre los miembros del Pueblo de Dios. De allí la inserción de este Salmo en el grupo de los “Cantos de peregrinación”.

Salmo 134 (133)

Una exhortación a bendecir al Señor (vs. 1-2) y un augurio de bendición divina (v. 3), componen este breve Salmo, que es a la vez un himno y una plegaria. La alusión a “las horas de la noche” (v. 1) deja entrever que el Salmo era cantado en una celebración nocturna.
Con este Salmo, concluye la serie de los llamados Salmos “graduales” o “de peregrinación” (Sal. 120 - 134).

Salmo 135 (134)

Basta una simple lectura de este Salmo para advertir que ha sido compuesto con elementos tomados de otros himnos litúrgicos, en especial, de los Salmos 113. 1; 115. 4-8; 136. 17-22. A pesar de esto, forma un conjunto orgánico, que se caracteriza por la ordenada distribución de sus partes. Después de una exhortación a la alabanza (vs. 1-4), se exalta el poder de Dios, manifestado en las obras de la creación (vs. 5-7) y en la liberación de su Pueblo (vs. 8-14). Luego viene una profesión de fe en el único Dios, en abierta polémica contra las creencias del paganismo. Por último, se exhorta a todo el Pueblo a bendecir al Señor “que habita en Jerusalén” (vs. 19-21).

Salmo 136 (135)

Con expresiones breves y vigorosas, este himno responsorial presenta un resumen de la Historia de la Salvación. La evocación de la obra de Dios en la creación (vs. 4-9) sirve de preludio al relato de su “gesta” histórica en favor de Israel, desde el Éxodo hasta la entrada en la Tierra prometida (vs. 10-22). El estribillo expresa la respuesta admirada y agradecida del pueblo, que señala el fundamento y la razón de ser de todas esas maravillas, o sea, el amor gratuito y la misericordiosa bondad del Dios de la Alianza.

Salmo 137 (136)

En este bello poema se expresan elocuentemente los sentimientos de los israelitas deportados a Babilonia: la profunda nostalgia que experimentaban al acordarse de su patria (v. I) y la tristeza que les provocaba el sarcasmo de sus opresores (v. 3).
La destrucción de Jerusalén y del Templo, y la dura experiencia del exilio, explican de alguna manera el odio expresado en las invectivas contra Babilonia y contra todos los que se alegraron por la ruina de Israel (vs. 7-9).

Salmo 138 (137)

El amor y la fidelidad del Señor (v. 2), que reconforta y protege a los humildes (vs. 3, 6), motivan este canto de acción de gracias, en el cual aparece claramente una nota “universalista” (vs. 4-5). El Salmo concluye con una renovada expresión de confianza en el Señor (vs. 7-8).

Salmo 139 (138)

En un lenguaje de profundo lirismo, el salmista expresa su admiración ante la insondable sabiduría de Dios, que penetra todas las cosas y sondea hasta lo más íntimo del corazón humano.
El tono sereno y meditativo del Salmo se interrumpe bruscamente en el v. 19, para introducir una severa imprecación contra los impíos. Esta imprecación -que a primera vista parece fuera de lugar - da mucha luz sobre la situación en que el Salmo fue pronunciado originariamente: el salmista, hostigado por “hombres sanguinarios” (v. 19), se somete al juicio de Dios, pidiéndole que “examine” su conducta y sus intenciones (v. 23). Su hondo sentido de la trascendencia divina le impide declarar abiertamente su inocencia, y sólo la insinúa con una gran humildad (v. 24).

Salmo 140 (139)

Este Salmo es una súplica al Señor, defensor de los pobres (v. 13), contra la calumnia y la opresión. Luego de evocar con expresivas imágenes la violencia y la maldad de sus perseguidores (vs. 3-6), el salmista dirige contra ellos una severa imprecación (vs. 9-12). La súplica está acompañada de una profesión de inquebrantable confianza (vs. 7-8), fundada en la certeza de que Dios es justo y hace valer el derecho de los oprimidos (vs. 13-14).

Salmo 141 (140)

En esta súplica, el salmista pide al Señor que lo libre del doble peligro que lo amenaza: la hostilidad de sus enemigos (v. 9) y la tentación de dejarse arrastrar por los malos deseos, imitando la maledicencia y los excesos de los impíos (vs. 3-4). Su voluntad de resistir a las seducciones del mal, incluye también la buena disposición para aceptar las advertencias de los justos, aunque resulten penosas (v. 5).

Salmo 142 (141)

En medio de una obstinada persecución (vs. 4, 7) y sin esperanzas de encontrar una ayuda en los hombres (v. 5), el salmista invoca angustiosamente al Señor (vs. 2, 7), que es su único refugio (v. 6). Confiado en su pronta liberación, promete reconocer públicamente los favores recibidos de Dios, para alegría y edificación de los justos (v. 8).
Salmo 143 (142)

Un hombre perseguido violentamente (v. 3) se pone bajo la protección de Dios, a fin de que lo libre de sus perseguidores (v. 9). Para fundamentar su pedido, el salmista apela a las antiguas intervenciones de Dios en favor de su Pueblo (v. 5). Pero a diferencia de lo que sucede en otros Salmos similares (Sal. 7), él no hace una declaración de su propia inocencia, sino que reconoce su condición de pecador y su imposibilidad de obtener la salvación sin el auxilio de la misericordia divina.
Este es uno de los salmos llamados “penitenciales” (Sal. 6; 32; 38; 51; 102; 130).

Salmo 144 (143)

En la primera parte de este Salmo (vs. 1- 11), un rey se dirige al Señor para darle gracias por su constante protección (vs. l-2) y para rogarle que lo libre de sus enemigos (vs. 3-11). Las frases y expresiones utilizadas por el salmista reflejan la influencia de otros Salmos, en especial la del Salmo 18, que en varios versículos se encuentra reproducido casi literalmente. La segunda parte (vs. 12-15) tiene un tono mucho más lírico, y es una súplica por la prosperidad de la nación.
Las diferencias de estilo y el paso del singular al plural hacen suponer que estas dos partes, en su origen, fueron composiciones independientes. El uso litúrgico las unió más tarde, para asociar la oración por el rey a la oración por todo el pueblo.

Salmo 146 (145)

La alabanza expresada en este Salmo se fundamenta en el poder creador del Señor (v. 6) y en su bondad para con los pobres y oprimidos (vs. 7-9). Los motivos para alabar a Dios están precedidos de una exhortación sapiencial y de una “bienaventuranza”. En la primera (v. 3), el salmista invita a los fieles a no confiar en los poderosos, porque de ellos no puede venir la salvación; la segunda (v. 5) proclama la felicidad de los que confían en el Señor.

Salmo 147(146-147)

Resulta fácil delimitar las tres partes que componen este himno litúrgico, porque cada una de ellas comienza con una invitación a alabar a Dios (vs. 1, 7, 12). La primera parte (vs. 1-6) celebra la omnipotente bondad del Señor, manifestada en la restauración de su Pueblo y de la Ciudad santa después del exilio. El tema de la segunda (vs. 7-11) es la Providencia universal de Dios, que da cada día el alimento a hombres y animales. Por último, el salmista describe poéticamente la omnipotencia de la Palabra de Dios, que dirige el curso de la naturaleza y de la historia (vs. 13-20).
La versión griega de los Setenta -seguida por la Vulgata- establece una separación artificial entre los vs. 11 y 12 del texto hebreo, y hace de este poema dos Salmos diversos (146; 147).

Salmo 148

Todo el universo -desde los ángeles hasta los seres inanimados- son invitados en este Salmo a entonar un canto de alabanza al Señor. El motivo de la alabanza es el admirable orden de la creación. El versículo final destaca los privilegios de Israel como Pueblo elegido de Dios.
Este Salmo tiene una gran similitud con el Canto de las Criaturas, que figura en los suplementos griegos del libro de Daniel (3. 52-90).

Salmo 149

El amor del Señor hacia su Pueblo y la victoria que le tiene asegurada (v. 4) son el motivo propuesto a la comunidad cultual, para invitarla a cantar jubilosamente a su Creador y su Rey (vs. 1-3). El reverso de esa victoria es “la sentencia dictada” por Dios contra los enemigos de su Pueblo (v. 9), e Israel está llamado a ejecutarla (vs. 6-8).
Este himno se destaca por su entusiasmo guerrero y su ardiente nacionalismo. Dichas características se explican porque fue compuesto después del exilio babilónico, cuando Israel tuvo que luchar afanosamente por su reconstrucción nacional y religiosa, en medio de la tenaz oposición de sus vecinos (Neh. 2- 6). La esperanza en la victoria reafirmaba su fe en el Señor y le daba nuevo ánimo para la lucha.

Salmo 150

El libro de los Salmos concluye con esta invitación a entonar un solemne “canto” en honor del Creador, que habita en su Santuario cósmico, sobre la majestad del cielo. La invitación se dirige a todos los seres, y el motivo de la alabanza son las “proezas” del Señor, manifestadas en la creación y en la historia. que pregonan su grandeza y su poder.

UN PASEO POR LOS SALMOS (Y III)




Salmo 101 (100)

Este Salmo es una profesión de fidelidad a la misión que Dios había confiado a David y a sus descendientes: la de gobernar con justicia la “Ciudad del Señor” (v. 8). Es difícil determinar con exactitud en qué circunstancias el rey davídico debía pronunciar estas palabras. Probablemente, lo hacía en el transcurso de una acción litúrgica, que conmemoraba periódicamente la institución de la dinastía y la alianza del Señor con la casa de David.
La tradición cristiana ha encontrado en este Salmo el ideal y el programa de todo gobierno justo.

Salmo 102 (101)

La interpretación de este Salmo se ve dificultada por la inclusión en un mismo poema de elementos bastante heterogéneos: súplica individual (vs. 2-12, 24-25), expresiones hímnicas (vs. 13, 26-28), y anuncio profético (vs. 14-23). Para resolver esta dificultad, se podría dar la siguiente explicación: durante el exilio babilónico, se aplicó la súplica de un enfermo grave a la situación en que se encontraba Israel, cuando Jerusalén y el Templo estaban en ruinas. Entonces se añadió un oráculo que anunciaba la reconstrucción del Santuario (v. 17)y el retorno de los desterrados (v. 23).
Este es uno de los Salmos llamados “penitenciales” (Sal. 6; 32; 38; 51; 130; 143). El tema de los vs. 2-12 hace que se lo incluya entre las “Oraciones de los enfermos” (Sal. 6; 38; 41; 88;).

Salmo 103 (102)

Este himno de alabanza a Dios comienza en forma de diálogo entre el salmista y su propia alma (vs. 1-6), y luego continúa en el estilo propio de los himnos. Su tema es la infinita bondad del Señor, que se brinda incesantemente a los hombres, en especial a los débiles (vs. 3-4) y a los oprimidos (v. 6). La actitud de Dios hacia los pecadores no es la de un Juez inapelable, sino la de un padre bondadoso (vs. 8-13), que conoce a fondo la miseria del hombre (vs. 14-16). El poema concluye con una invitación a bendecir a Dios, dirigida a todo el universo.

Salmo 104 (103)

El tema de este bellísimo himno es la obra de Dios en la creación. El poema presenta una semejanza notable con un himno egipcio al dios Sol, proveniente del siglo XIV a. C. Más evidente aún es su relación con el primer capítulo del Génesis. Sin embargo, el salmista utiliza sus fuentes de inspiración con una gran libertad y originalidad. Se describe al universo visible como una realidad desbordante de movimiento y de vida, que refleja, hasta en los detalles más ínfimos (vs. 17-18, 21), el poder y la sabiduría del Creador.

Salmo 105 (104)

Este Salmo “histórico” es la proclamación de las maravillas que realizó el Señor para la salvación de su Pueblo. Las acciones divinas se enumeran a partir de la Alianza de Dios con Abraham (vs. 8-9), y el designio salvífico es presentado como una prueba constante de la fidelidad de Dios, que lleva a su cumplimiento las promesas hechas al Patriarca (vs. 44-45). La alabanza, la acción de gracias y la obediencia a los preceptos divinos deben ser la respuesta de Israel a la obra de Dios.
Una parte de este Salmo se vuelve a encontrar en 1 Crón. 16. 8-22, en el contexto de una acción litúrgica.

Salmo 106 (105)

También en este Salmo se enumeran los acontecimientos de la Historia de la Salvación, desde el Éxodo de Egipto (vs. 7-10) hasta el exilio babilónico (vs. 41-46). Pero aquí se ponen de relieve las reiteradas rebeldías de Israel, en oposición a la misericordia y fidelidad del Señor. Todo el Salmo tiene un marcado acento penitencial (v. 6) y didáctico, y supone, además, que muchos israelitas se encuentran dispersos entre las naciones (vs. 27, 47). Por eso la narración histórica concluye con una súplica para que el Señor vuelva a congregar a todo su Pueblo en la Tierra prometida (vs. 47-48).

Salmo 107 (106)

En este canto de acción de gracias, se describen cuatro situaciones típicas, que ponen de manifiesto una especial providencia de Dios: la vuelta del exilio, presentada como un nuevo Éxodo (vs. 4-9); la liberación de los cautivos (vs. 10-16); la ayuda divina a los que sufren (vs. 17-22) y a los navegantes en peligro (vs. 23-32). La parte final del Salmo (vs. 33-43) tiene un carácter hímnico-sapiencial, y su tema central es el poder de Dios, que transforma el orden de los acontecimientos en beneficio de sus fieles.

Salmo 108 (107)

Este Salmo resulta de la combinación de dos fragmentos, que se encuentran en los Salmos 57. 8-12; 60. 7-14. En la primera parte (vs. 2-7), el salmista alaba fervientemente al Señor por su misericordia y su fidelidad. La segunda (vs. 8-14) contiene un oráculo divino y una expresión de confianza en la ayuda del Señor.

Salmo 109 (108)

Las imprecaciones contenidas en esta súplica -las más violentas de todo el Salterio- han dado a este Salmo una particular celebridad. Estas imprecaciones se atribuyen generalmente al salmista, pero hay serias razones para pensar que él no hace más que repetir, delante del Señor, las palabras de sus acusadores y perseguidores.

Salmo 110 (109)

El núcleo de este Salmo “real” está constituido por un oráculo del Señor, que proclama los privilegios concedidos a los reyes davídicos en el día de su entronización. Este oráculo se articula en tres partes, introducidas y ampliadas por la palabra del salmista. El primer privilegio del rey es el de ser lugarteniente del Señor y partícipe de su soberanía (vs. 1-2). El segundo radica en su filiación divina, fundada en una adopción por parte de Dios (v. 3). El tercero es su condición de sacerdote “a la manera de Melquisedec” (v. 4), el antiguo rey de Jerusalén y sacerdote de Dios, el Altísimo (Gn. 14. 18).
Con el transcurso del tiempo -sobre todo después del exilio- este Salmo sirvió para alentar la esperanza mesiánica de Israel. En este mismo sentido lo utiliza el Nuevo Testamento, citándolo repetidamente como un testimonio profético de la dignidad mesiánica de Jesús, el Rey y Sacerdote de la Nueva Alianza.

Salmo 113 (112)

Este breve himno propone un doble motivo para alabar a Dios: su infinita grandeza, que trasciende todos los límites del universo (v. 4), y su admirable condescendencia, que lo mueve a “inclinarse” bondadosamente hacia la tierra (vs. 5-6), para elevar a los más pobres y desamparados (vs. 7-9).
Con este Salmo se inicia una colección de seis poemas (Sal. 113 -118) que la tradición rabínica denomina “Halel”, palabra hebrea vinculada con la exclamación litúrgica “¡Aleluya!”. Estos Salmos eran cantados en las fiestas religiosas más importantes, sobre todo durante la celebración de la Cena pascual (Mt. 26. 30).

Salmo 114 (113a)

Con admirable concisión y gran expresividad poética, este “Himno pascual” rememora toda la epopeya del Éxodo como un signo del absoluto dominio del Señor sobre las fuerzas de la naturaleza. Estas no pueden ofrecer ningún obstáculo ante la presencia del Dios de Israel, que se ha manifestado para liberar a su Pueblo de la esclavitud e introducirlo triunfalmente en la Tierra prometida (vs. 1-2).

Salmo 115 ( 113b )

La falta de unidad de este Salmo procede de su carácter litúrgico y coral. Cada una de sus partes responde a los diversos momentos de una acción litúrgica, celebrada por la comunidad postexílica. Aunque se ignoran los detalles de esa liturgia, es evidente que de ella participaban un coro y uno o varios solistas (vs. 9-18). El rasgo más característico del Salmo es la profesión de fe en el único Dios, en manifiesta polémica contra el paganismo circundante (vs. 4-8). De esta fe provienen la confianza en la omnipotencia divina (vs. 3, 9-11) y la seguridad de contar con las bendiciones del Señor (vs. 12-15).

Salmo 116 (114-115)

En señal de reconocimiento al Señor, que lo libró de un peligro de muerte (vs. 3, 8-9), el salmista entona este canto de acción de gracias. El recuerdo de su aflicción acentúa los sentimientos de amor (v. 1), de esperanza (v. 7) y de gratitud (v. 12). La oración está acompañada de una serie de reflexiones sapienciales, que subrayan la misericordia del Señor hacia los más débiles (vs. 5-6) y su preocupación por librarlos de la muerte (v. 15). La parte final del Salmo alude a los sacrificios que constituían una parte esencial en el rito de acción de gracias.

Salmo 117 (116)

En este Salmo - el más breve del Salterio - todas las naciones son invitadas a alabar al Dios de Israel (v. 1), por el inmenso amor que tiene hacia su Pueblo (v. 2). Estos dos elementos definen el “universalismo” del Antiguo Testamento en sus rasgos más esenciales, al poner de manifiesto la función mediadora de Israel en la salvación de todos los pueblos.

Salmo 118 (117)

Este magnífico canto de acción de gracias celebra una victoria de Israel, en la que se puso de manifiesto una vez más el amor del Señor hacia su Pueblo (vs. 1-4) y su invencible poder (vs. 15-16). La referencia explícita a dos acciones cultuales -la liturgia de entrada al Santuario (vs. 19-20) y la procesión de la comunidad hacia el altar (v. 27)- destaca con particular relieve el carácter litúrgico del Salmo. En esa liturgia de acción de gracias, la función principal corresponde al rey, que describe la acción salvadora de Dios en primera persona del singular (vs. 5-14, 17-18, 21), mostrando así su condición de representante y portavoz de todo el Pueblo.
La liturgia cristiana confirió a este Salmo un significado “pascual” , y lo utiliza para cantar la victoria de Cristo.

Salmo 120 (119)

Con este breve poema se inicia la colección de los Salmos “de peregrinación” (Sal 120 - 134), que también reciben el nombre de “graduales” o de las “subidas”, porque eran cantados por los peregrinos que “subían” a Jerusalén, con motivo de las grandes fiestas anuales (Éx. 23. ]4-19).
Este Salmo refleja poéticamente la situación de los humildes y desposeídos, que viven en medio de una sociedad dominada por la agresividad y la mentira. Allí se encuentran como extranjeros, como desterrados en un país hostil o entre las tribus del desierto (vs. 5-7).

Salmo 121 (120)

La estructura dialogada de este Salmo parece indicar que los peregrinos lo cantaban en forma coral, durante la marcha hacia Jerusalén. Un tono de serena confianza atraviesa todo el poema. En él se describe al Señor como un centinela, que está alerta en su puesto de guardia para proteger a sus fieles. El bellísimo verso inicial se inspira probablemente en la actitud de los peregrinos, que avanzaban con la mirada fija en las montañas, esperando divisar la altura donde se elevaba el Templo de Sión.
Salmo 122 (121)

La alegría de los peregrinos al emprender la marcha hacia Jerusalén (v. 1), el espectáculo de las tribus que avanzaban procesionalmente (v. 4) y la emoción que se experimentaba al pisar el suelo de Sión (v. 2), dan pie al salmista para hacer un elogio entusiasta de la Ciudad santa. La masa “compacta y armoniosa” de sus casas y sus palacios (v. 3), imagen de la unidad del Pueblo elegido (Sal. 87), constituía un especial motivo de admiración. En los versículos finales, el elogio se convierte en augurio de felicidad para Jerusalén y sus moradores (vs. 6-9).

Salmo 123 (122)

En contraposición con el optimismo nacional del Salmo anterior, esta ardiente súplica refleja la opresión en que se encontraban los israelitas a su vuelta del exilio babilónico (Neh. 4. 1-5). La reconstrucción material y espiritual de la nación se realizaba en medio de las luchas más penosas. Las bellas imágenes del v. 2 indican que sólo la protección divina podía ofrecer a los repatriados un motivo de esperanza.

Salmo 124 (123)

En este canto de liberación, Israel agradece al Señor que lo haya salvado de un gravísimo peligro. Varias imágenes se suceden para describir vívidamente la seriedad de la amenaza: las aguas torrenciales (v. 4), las fieras a punto de devorar (v. 6), la trampa del cazador (v. 7). Sin embargo, faltan alusiones concretas a una situación histórica precisa, y no es fácil decidir si la liberación es el retorno del exilio babilónico o una victoria en tiempos de los Macabeos.

Salmo 125 (124)

El espectáculo de la Ciudad santa, protegida por un cerco de montañas, suscita la actitud de profunda confianza en Dios, que se refleja en este Salmo. La “herencia de los justos” (v. 3) es la tierra de Canaán, distribuida entre las tribus de Israel, por medio de un sorteo, en tiempos de Josué (18. 10-11). El “cetro de los malvados” -es decir, la dominación extranjera- pesa como una amenaza sobre ese territorio- pero la protección divina es una prenda de seguridad para sus fieles (v. 2).

Salmo 126 (125)

El tono de este poema -como el del Salmo 85- refleja elocuentemente la situación espiritual de los israelitas al término del exilio. El edicto de Ciro (538 a. C.), que autorizó la vuelta de los cautivos a la patria, había provocado un inesperado cambio político y era motivo de la más intensa alegría. Pero al mismo tiempo, la restauración nacional se realizaba en medio de muchas dificultades, y los vaticinios proféticos (Is. 40 - 55) no acababan de cumplirse plenamente. Por eso Israel pide al Señor que “cambie la suerte” de Sión (v. 4), para que la fatigosa siembra se transforme en una gozosa cosecha (vs. 5-6).

Salmo 127 (126)

Este hermoso poema sapiencial es una invitación a la confianza en la Providencia divina. El salmista quiere inculcar que sólo Dios puede asegurar la prosperidad de los esfuerzos humanos. En especial, los hijos son un don de Dios (v. 3), porque la fecundidad únicamente puede provenir de la bendición divina.

Salmo 128 (127)

La felicidad de los justos -constituida por los sencillos goces de la vida familiar- es el tema central de este hermoso poema. Al final del Salmo (v. 5), el horizonte se amplía, y la felicidad personal aparece estrechamente vinculada con la prosperidad de Jerusalén, centro de la vida nacional y fuente de bendición para todo Israel.

Salmo 129 (128)

Este Salmo retoma en parte el tema del Salmo 124. Desde los comienzos de su historia (vs. 1-2), Israel debió soportar a numerosos opresores. Pero el Señor nunca permitió que aniquilaran a su Pueblo. Apoyados en esta experiencia de la protección divina, los peregrinos piden al Señor la rápida destrucción de sus enemigos y miran confiadamente hacia el futuro.

Salmo 130 (129)

En esta súplica, el reconocimiento del propio pecado se une a la confiada seguridad de obtener el perdón divino. El salmista, lejos de sentise abandonado de Dios, se apoya en la conciencia de su propia indignidad, para acercarse a él. Con esta actitud implora el perdón y la protección, no sólo para sí mismo, sino también para todo su Pueblo.
Este es uno de los Salmos llamados “penitenciales” (Sal. 6; 32; 38; 51; 102; 143), y la tradición cristiana lo utiliza preferentemente en la liturgia de los difuntos por su marcado tono de esperanza.

Salmo 131 (130)

Con una gran espontaneidad, el salmista describe su actitud humilde y confiada delante de Dios, fundada en la renuncia a toda “aspiración desmedida” (v. 1). Esta actitud se expresa admirablemente en la imagen del niño que descansa tranquilo en los “brazos de su madre” (v. 2). El versículo final amplía la perspectiva a todo Israel, para exhortarlo a tener ese mismo espíritu de humildad y confianza en el Señor.

Salmo 132 (131)

Este Salmo rememora el traslado del Arca de la Alianza al monte Sión (2 Sam. 6. 12-19). Las dos partes que lo integran se corresponden en perfecto paralelismo. La primera (vs. 1-10) comienza con el recuerdo del “juramento” hecho por David de no concederse ningún descanso hasta encontrar una Morada digna del Señor (vs. 1-5). La segunda (vs. 11-18) es la respuesta divina a los desvelos del rey: en forma de oráculo, el Señor “jura” a David que su dinastía no tendrá fin y le promete la prosperidad para su Pueblo.
Los cortes abruptos de los vs. 6-10 dejan entrever los diversos momentos de una liturgia procesional. Algunos indicios permiten afirmar que esta era celebrada anualmente, en tiempos de la monarquía, para conmemorar la elección de la dinastía davídica y del monte Sión (2 Sam. 7).

Salmo 133 (132)

Este delicado poema es un elogio de la convivencia fraternal, tanto en la intimidad de la familia como en la comunidad nacional y religiosa. Las grandes fiestas anuales -cuando toda la comunidad de Israel se congregaba en el monte Sión- eran la ocasión más propicia para intensificar los vínculos fraternales entre los miembros del Pueblo de Dios. De allí la inserción de este Salmo en el grupo de los “Cantos de peregrinación”.

Salmo 134 (133)

Una exhortación a bendecir al Señor (vs. 1-2) y un augurio de bendición divina (v. 3), componen este breve Salmo, que es a la vez un himno y una plegaria. La alusión a “las horas de la noche” (v. 1) deja entrever que el Salmo era cantado en una celebración nocturna.
Con este Salmo, concluye la serie de los llamados Salmos “graduales” o “de peregrinación” (Sal. 120 - 134).

Salmo 135 (134)

Basta una simple lectura de este Salmo para advertir que ha sido compuesto con elementos tomados de otros himnos litúrgicos, en especial, de los Salmos 113. 1; 115. 4-8; 136. 17-22. A pesar de esto, forma un conjunto orgánico, que se caracteriza por la ordenada distribución de sus partes. Después de una exhortación a la alabanza (vs. 1-4), se exalta el poder de Dios, manifestado en las obras de la creación (vs. 5-7) y en la liberación de su Pueblo (vs. 8-14). Luego viene una profesión de fe en el único Dios, en abierta polémica contra las creencias del paganismo. Por último, se exhorta a todo el Pueblo a bendecir al Señor “que habita en Jerusalén” (vs. 19-21).

Salmo 136 (135)

Con expresiones breves y vigorosas, este himno responsorial presenta un resumen de la Historia de la Salvación. La evocación de la obra de Dios en la creación (vs. 4-9) sirve de preludio al relato de su “gesta” histórica en favor de Israel, desde el Éxodo hasta la entrada en la Tierra prometida (vs. 10-22). El estribillo expresa la respuesta admirada y agradecida del pueblo, que señala el fundamento y la razón de ser de todas esas maravillas, o sea, el amor gratuito y la misericordiosa bondad del Dios de la Alianza.

Salmo 137 (136)

En este bello poema se expresan elocuentemente los sentimientos de los israelitas deportados a Babilonia: la profunda nostalgia que experimentaban al acordarse de su patria (v. I) y la tristeza que les provocaba el sarcasmo de sus opresores (v. 3).
La destrucción de Jerusalén y del Templo, y la dura experiencia del exilio, explican de alguna manera el odio expresado en las invectivas contra Babilonia y contra todos los que se alegraron por la ruina de Israel (vs. 7-9).

Salmo 138 (137)

El amor y la fidelidad del Señor (v. 2), que reconforta y protege a los humildes (vs. 3, 6), motivan este canto de acción de gracias, en el cual aparece claramente una nota “universalista” (vs. 4-5). El Salmo concluye con una renovada expresión de confianza en el Señor (vs. 7-8).

Salmo 139 (138)

En un lenguaje de profundo lirismo, el salmista expresa su admiración ante la insondable sabiduría de Dios, que penetra todas las cosas y sondea hasta lo más íntimo del corazón humano.
El tono sereno y meditativo del Salmo se interrumpe bruscamente en el v. 19, para introducir una severa imprecación contra los impíos. Esta imprecación -que a primera vista parece fuera de lugar - da mucha luz sobre la situación en que el Salmo fue pronunciado originariamente: el salmista, hostigado por “hombres sanguinarios” (v. 19), se somete al juicio de Dios, pidiéndole que “examine” su conducta y sus intenciones (v. 23). Su hondo sentido de la trascendencia divina le impide declarar abiertamente su inocencia, y sólo la insinúa con una gran humildad (v. 24).

Salmo 140 (139)

Este Salmo es una súplica al Señor, defensor de los pobres (v. 13), contra la calumnia y la opresión. Luego de evocar con expresivas imágenes la violencia y la maldad de sus perseguidores (vs. 3-6), el salmista dirige contra ellos una severa imprecación (vs. 9-12). La súplica está acompañada de una profesión de inquebrantable confianza (vs. 7-8), fundada en la certeza de que Dios es justo y hace valer el derecho de los oprimidos (vs. 13-14).

Salmo 141 (140)

En esta súplica, el salmista pide al Señor que lo libre del doble peligro que lo amenaza: la hostilidad de sus enemigos (v. 9) y la tentación de dejarse arrastrar por los malos deseos, imitando la maledicencia y los excesos de los impíos (vs. 3-4). Su voluntad de resistir a las seducciones del mal, incluye también la buena disposición para aceptar las advertencias de los justos, aunque resulten penosas (v. 5).

Salmo 142 (141)

En medio de una obstinada persecución (vs. 4, 7) y sin esperanzas de encontrar una ayuda en los hombres (v. 5), el salmista invoca angustiosamente al Señor (vs. 2, 7), que es su único refugio (v. 6). Confiado en su pronta liberación, promete reconocer públicamente los favores recibidos de Dios, para alegría y edificación de los justos (v. 8).
Salmo 143 (142)

Un hombre perseguido violentamente (v. 3) se pone bajo la protección de Dios, a fin de que lo libre de sus perseguidores (v. 9). Para fundamentar su pedido, el salmista apela a las antiguas intervenciones de Dios en favor de su Pueblo (v. 5). Pero a diferencia de lo que sucede en otros Salmos similares (Sal. 7), él no hace una declaración de su propia inocencia, sino que reconoce su condición de pecador y su imposibilidad de obtener la salvación sin el auxilio de la misericordia divina.
Este es uno de los salmos llamados “penitenciales” (Sal. 6; 32; 38; 51; 102; 130).

Salmo 144 (143)

En la primera parte de este Salmo (vs. 1- 11), un rey se dirige al Señor para darle gracias por su constante protección (vs. l-2) y para rogarle que lo libre de sus enemigos (vs. 3-11). Las frases y expresiones utilizadas por el salmista reflejan la influencia de otros Salmos, en especial la del Salmo 18, que en varios versículos se encuentra reproducido casi literalmente. La segunda parte (vs. 12-15) tiene un tono mucho más lírico, y es una súplica por la prosperidad de la nación.
Las diferencias de estilo y el paso del singular al plural hacen suponer que estas dos partes, en su origen, fueron composiciones independientes. El uso litúrgico las unió más tarde, para asociar la oración por el rey a la oración por todo el pueblo.

Salmo 146 (145)

La alabanza expresada en este Salmo se fundamenta en el poder creador del Señor (v. 6) y en su bondad para con los pobres y oprimidos (vs. 7-9). Los motivos para alabar a Dios están precedidos de una exhortación sapiencial y de una “bienaventuranza”. En la primera (v. 3), el salmista invita a los fieles a no confiar en los poderosos, porque de ellos no puede venir la salvación; la segunda (v. 5) proclama la felicidad de los que confían en el Señor.

Salmo 147(146-147)

Resulta fácil delimitar las tres partes que componen este himno litúrgico, porque cada una de ellas comienza con una invitación a alabar a Dios (vs. 1, 7, 12). La primera parte (vs. 1-6) celebra la omnipotente bondad del Señor, manifestada en la restauración de su Pueblo y de la Ciudad santa después del exilio. El tema de la segunda (vs. 7-11) es la Providencia universal de Dios, que da cada día el alimento a hombres y animales. Por último, el salmista describe poéticamente la omnipotencia de la Palabra de Dios, que dirige el curso de la naturaleza y de la historia (vs. 13-20).
La versión griega de los Setenta -seguida por la Vulgata- establece una separación artificial entre los vs. 11 y 12 del texto hebreo, y hace de este poema dos Salmos diversos (146; 147).

Salmo 148

Todo el universo -desde los ángeles hasta los seres inanimados- son invitados en este Salmo a entonar un canto de alabanza al Señor. El motivo de la alabanza es el admirable orden de la creación. El versículo final destaca los privilegios de Israel como Pueblo elegido de Dios.
Este Salmo tiene una gran similitud con el Canto de las Criaturas, que figura en los suplementos griegos del libro de Daniel (3. 52-90).

Salmo 149

El amor del Señor hacia su Pueblo y la victoria que le tiene asegurada (v. 4) son el motivo propuesto a la comunidad cultual, para invitarla a cantar jubilosamente a su Creador y su Rey (vs. 1-3). El reverso de esa victoria es “la sentencia dictada” por Dios contra los enemigos de su Pueblo (v. 9), e Israel está llamado a ejecutarla (vs. 6-8).
Este himno se destaca por su entusiasmo guerrero y su ardiente nacionalismo. Dichas características se explican porque fue compuesto después del exilio babilónico, cuando Israel tuvo que luchar afanosamente por su reconstrucción nacional y religiosa, en medio de la tenaz oposición de sus vecinos (Neh. 2- 6). La esperanza en la victoria reafirmaba su fe en el Señor y le daba nuevo ánimo para la lucha.

Salmo 150

El libro de los Salmos concluye con esta invitación a entonar un solemne “canto” en honor del Creador, que habita en su Santuario cósmico, sobre la majestad del cielo. La invitación se dirige a todos los seres, y el motivo de la alabanza son las “proezas” del Señor, manifestadas en la creación y en la historia. que pregonan su grandeza y su poder.

miércoles, 9 de febrero de 2011

UN PASEO POR LOS SALMOS (II) 51-100

Salmo 51 (50)

Este Salmo -designado tradicionalmente con el nombre de Miserere- es la súplica penitencial por excelencia. El salmista es consciente de su profunda miseria (v. 7) y experimenta la necesidad de una total transformación interior, para no dejarse arrastrar por su tendencia al pecado (v. 4). Por eso, además de reconocer sus faltas y de implorar el perdón divino, suplica al Señor que lo renueve íntegramente, “creando” en su interior “un corazón puro” (v. 12).
El tono de la súplica es marcadamente personal, y en el contenido del Salmo se percibe la influencia de los grandes profetas, en especial de Jeremías (24. 7) y Ezequiel (36. 25-27). En él se encuentra, además, el germen de la doctrina paulina acerca del “hombre nuevo” (Col. 3. 10; Ef. 4. 24).
Este es uno de los Salmos llamados “penitenciales” (Sal. 6; 32; 38; 102; 130; 143).

Salmo 52 (51)

El comienzo de este Salmo es una vigorosa acusación contra los que promueven la injusticia, valiéndose del poder que les confiere su puesto relevante en la sociedad (vs. 3-6). En la denuncia se percibe un acento profético, y la culminación de la misma es el anuncio del castigo que el Señor tiene reservado a los que obran de esa manera (v. 7). El justo, en cambio, puede vivir confiadamente bajo la protección de Dios (v. 10).

Salmo 53 (52)

Con algunas leves modificaciones (v. 6), este Salmo es una repetición del Salmo 14, y en él se describen los pecados que corrompen a la sociedad (vs. I -4) y se lanza una invectiva contra los opresores de los pobres (vs. 5-6).
Salmo 54 (53)

Esta breve oración es una súplica para pedir la protección divina en medio de la opresión (v. 5). La petición está acompañada de una profesión de fe y de confianza en el Señor, que es el “sostén” y el defensor de sus fieles (v. 6). El salmista concluye con la promesa de ofrecer un sacrificio de acción de gracias y de testimoniar públicamente la bondad del Señor (v. 8).

Salmo 55 (54)

En esta lamentación, un hombre calumniado y perseguido manifiesta su dolor, más que por el odio de sus adversarios, por la traición de un amigo (vs. 13-15). Los vs. 7-9 contienen una exclamación bellamente poética, en la que el salmista expresa su deseo de encontrar un refugio en la soledad, para verse libre de los males que lo afligen. En la parte final del Salmo, predominan los sentimientos de confianza en Dios (vs. 17-19, 23).

Salmo 56 (55)

Un hombre perseguido implacablemente (v. 9) apela al poder de Dios para que lo libre de sus adversarios. No obstante la gravedad del peligro (vs. 2-3, 6-7), el salmista no pierde la fe en el Señor (v. 5) y espera confiadamente el momento de su liberación (vs. 10-12). En la seguridad de ser escuchado por Dios, promete darle gracias públicamente por el beneficio recibido (vs. 13-14).

Salmo 57 (56)

El estribillo de los vs. 6 y 12 sirve de conclusión a la dos partes que componen este Salmo. La primera (vs. 2-5) es la súplica de un hombre perseguido, que se refugia en el Señor para verse libre del peligro. La segunda (vs. 7-11) es un canto de acción de gracias: una vez pasada la adversidad, el salmista quiere anticiparse a la aurora (v. 9), para alabar el amor y la fidelidad del Señor (v. 11). La parte final de este Salmo (vs. 8-12) se vuelve a encontrar, casi sin ninguna variante, en el Salmo 108. 2-6.


Salmo 58 (57)

Este poema es un severo reproche contra los jueces inicuos, que con sus decisiones arbitrarias fomentan la violencia y la injusticia en la sociedad. Después de una invectiva llena de sarcasmo (vs. 2-3), el Salmo describe la inconducta de los jueces y su obstinación en el mal (vs. 4-6), y lanza contra ellos enérgicas imprecaciones (vs. 7-10). Por último, anuncia la alegría que experimentarán los justos cuando se manifieste la justicia de Dios (vs. 11-12).

Salmo 59 (58)

Este Salmo es la súplica de un hombre perseguido y acusado injustamente. Seguro de su inocencia (v. 5), el salmista pide que sus enemigos sean exterminados (v. 12), para que se ponga de manifiesto el justo gobierno de Dios sobre el mundo (v. 14). El odio y la crueldad de los perseguidores (vs. 7-8, 15-16) explican de alguna manera la violencia de ciertos sentimientos expresados en el Salmo.

Salmo 60 (59)

En esta lamentación, aparecen reflejados los diversos momentos de una acción litúrgica, celebrada con motivo de una grave derrota nacional. En la primera parte (vs. 3-7), la comunidad se queja ante el Señor por la dura prueba a que se vio sometida. Luego viene un oráculo del Señor (vs. 8-10), que promete a su Pueblo la total recuperación de sus antiguos dominios. Este oráculo divino se caracteriza por sus audaces antropomorfismos y por su estilo épico. La parte final del Salmo es una reiteración de la lamentación y de la súplica (vs 11- 13), y una profesión de confianza en el poder de Dios (v. 14). Los vs. 7-14 se vuelven a encontrar en el Salmo 108. 7-14.

Salmo 61 (60)

Un hombre desterrado -probablemente un levita- suspira por volver a gozar de la presencia divina, viviendo constantemente junto al Santuario de Dios (v.5). En los vs. 7-8 se inserta una oración por el rey, cuya vinculación con el resto del Salmo no aparece con claridad.

Salmo 62 (61)

La característica dominante de este Salmo es la absoluta confianza en el Señor, a pesar de la hostilidad y la persecución. El salmista se siente plenamente seguro bajo la protección de Dios (vs. 2-3, 6-8). Por eso interpela decididamente a sus adversarios (vs. 4-5), se reconforta a sí mismo (vs. 6-7) y exhorta a todos los fieles a que compartan sus mismos sentimientos (v. 9). La reflexión sapiencial de los vs. 10-11 y el oráculo divino de los vs. 12-13, le sirven para confirmar su enseñanza.

Salmo 63 (62)

Un profundo anhelo de Dios -bellamente expresado con la imagen de la tierra sedienta (v. 2)- es el sentimiento que domina todo este Salmo. Su autor podría ser un levita desterrado, que recuerda el tiempo en que vivía junto al Santuario, gozando de la intimidad con el Señor. En el silencio de la noche rememora aquellas horas felices, y ese recuerdo le sirve de consuelo (vs. 7-9). El versículo final indica que el salmista identifica su propia suerte con la de todo su Pueblo, representado en la persona del rey.

Salmo 64 (63)

Esta súplica se caracteriza por las expresivas imágenes con que el salmista describe las insidias de sus adversarios (vs. 2-7), y la intervención victoriosa del Señor en defensa de la justicia (vs. 8-9). En la parte final del Salmo, se presenta el castigo de los malvados como un saludable llamado a la reflexión (v. 10), y como un motivo de alegría y seguridad para los que viven rectamente (v. 11).

Salmo 65 (64)

En este canto de acción de gracias, la comunidad expresa su ferviente alabanza y reconocimiento al Señor por todos los beneficios recibidos, de sus manos. La primera parte (vs. 2-5) insiste en la bondad de Dios, que escucha desde su Templo las oraciones de los fieles (v. 3) y se muestra siempre dispuesto a perdonarlos (v. 4). La segunda (vs. 6-9) evoca el poder creador del Señor y sus obras admirables en la naturaleza y en la historia, con acentos marcadamente universalistas (v. 6). La parte final del Salmo (vs. 10-14) es de un delicado lirismo, y celebra al Señor como fuente de vida e inagotable fecundidad.

Salmo 66 (65)

La primera parte de este Salmo consta de un himno coral (vs. 1-7) y de un canto comunitario de acción de gracias (vs. 8-12), cuyo tema central son las maravillas que realizó el Señor en el Mar Rojo y en el río Jordán (v. 6). La segunda parte (vs. 13-20) difiere sensiblemente de la anterior: ya no habla la comunidad, sino un individuo, que se presenta delante del Señor en el Templo, para ofrecer un sacrificio de acción de gracias y dar testimonio de los favores recibidos.


Salmo 67 (66)

En esta hermosa oración -compuesta para celebrar la recolección de las cosechas (Éx. 23. 16)- la comunidad agradece al Señor los frutos de la tierra (v. 7). Además, le suplica que renueve constantemente sus bendiciones, a fin de que todos los pueblos reconozcan en el Dios de Israel al único Dios (vs. 2-3). Esta perspectiva universalista se destaca particularmente en el estribillo, que se repite en los vs. 4 y 6.

Salmo 68 (67)

Este canto de victoria rememora la gesta que realizó el Señor, cuando condujo triunfalmente a su Pueblo desde el Sinaí hasta el monte Sión (vs. 8-9, 18-19). En torno de esta idea central, se agrupan varios temas afines, expresados en un lenguaje acentuadamente poético y cargado de alusiones mitológicas. Las estrofas se suceden sin conexión aparente; pero esto se debe, en parte, a que el texto del Salmo corresponde a las diversas etapas de una liturgia procesional.

Salmo 69 (68)

Esta angustiosa lamentación tiene muchos rasgos comunes con el Salmo 22, en especial, la dramática descripción de la enfermedad y los sufrimientos que dan motivo a la súplica (vs. 2-5). Entre estos últimos, el salmista menciona particularmente el desprecio de que es objeto por su fidelidad a la causa de Dios y su amor hacia el Templo (vs. 8-13). Así hace presente al Señor que su enfermedad pone en juego el honor divino, porque si él muere, todos los fieles quedarán expuestos a la burla de sus enemigos (v. 7).
Los vs. 36-37 indican que el Salmo fue compuesto poco tiempo después del exilio babilónico.

Salmo 70 (69)

En este Salmo se repite, con muy pocas variantes, la súplica del Salmo 40. 14-18.


Salmo 71 (70)

Un anciano gravemente enfermo acude al Señor para que no lo abandone en los penosos días de su vejez (vs. 9, 18). En lugar de describir minuciosamente los dolores que lo afligen, el salmista reitera sus expresiones de fidelidad y confianza en Dios (vs. 3, 5-8, 19), y su promesa de proclamar los beneficios recibidos, para ejemplo de los más jóvenes (v. 18).

Salmo 72 (71)

Esta súplica en favor del rey (v. 1) fue compuesta probablemente para el día de su entronización. En ella se describe, con imágenes muy expresivas, la función vital del rey en el seno de la comunidad: la nación no podía gozar de bienestar y prosperidad, si el rey no aseguraba el orden social mediante un gobierno justo. Su “justicia” debía beneficiar, sobre todo, a los miembros más indigentes de la comunidad (vs. 2, 4, 7, 12-14).
Posteriormente el Salmo recibió una interpretación mesiánica, y se “releyó” como una descripción profética del Rey Mesías.

Salmo 73 (72)

El tema central de este Salmo es el doloroso enigma que plantea a los justos la comparación entre sus propios sufrimientos (vs. 13-14) y la felicidad de que gozan los impíos (vs. 4-12). El mismo tema -característico de los escritos sapienciales- es tratado también en los Salmos 37; 49. Pero aquí el autor del Salmo no se expresa con la serena objetividad de los sabios. sino que da un testimonio de su experiencia personal: exasperado por lo que consideraba una injusticia de parte de Dios (vs. 21-22), estuvo a punto de extraviarse (v. 2), hasta que una visita al Santuario (v. 17) le hizo experimentar con extraordinaria intensidad la cercanía de Dios, y así comprendió lo que significa estar alejado de él (v. 27). El final del Salmo es de un contenido casi místico: el salmista manifiesta que su único anhelo es vivir en intimidad con Dios.

Salmo 74 (73)

Ante el Templo devastado y profanado por los enemigos de Israel, la comunidad suplica al Señor que se acuerde de su Alianza (v.20) y se apresure a reparar las afrentas de su Pueblo (v. 21). Para hacer más apremiante la súplica, se evocan las proezas que realizó el Señor, cuando rescató a Israel de la esclavitud y lo convirtió en su herencia (v. 2). En medio de la súplica, se intercala un himno al Dios creador (vs. 12-17), que tiene por finalidad contraponer el poder manifestado en el momento de la creación y su desconcertante silencio presente.

Salmo 75 (74)

El Juicio de Dios (v. 8), que asegurará definitivamente el triunfo de la justicia (v. 11), es el tema central de este Salmo. Luego de una exclamación de carácter litúrgico (v. 2), se escucha un oráculo del Señor, quien se manifestará como Juez supremo cuando él mismo lo decida (vs. 3-4). A este anuncio sigue una última advertencia dirigida a los impíos, para que cambien de actitud (vs. 5-9). El Salmo concluye con un tono hímnico, porque la victoria de la justicia divina será un motivo de alegría para los justos.

Salmo 76 (75)

Este poema -como los demás “Cantos de Sión” (Sal 46; 48; 87)- expresa el amor y la admiración de los israelitas por su Ciudad santa. Al elegir a Jerusalén como Morada (v. 3), el Señor la convirtió en escenario de sus victorias (vs. 4-7). Estos resonantes triunfos confirman el renombre del Señor como guerrero invencible (vs. 2, 8) y son, a la vez, la manifestación de su justicia en favor de los humildes (vs. 9-11).

Salmo 77 (76)

En un momento de extrema aflicción para Israel, el salmista se interroga angustiosamente sobre la desconcertante actitud del Señor, que parece haber rechazado para siempre a su Pueblo (vs. 8-11). A pesar de sus esfuerzos (vs. 3- 7), no alcanza a comprender los misteriosos caminos de Dios, y sus preguntas quedan sin respuesta. Pero el recuerdo de las antiguas maravillas del Señor -evocadas hímnicamente en la parte final del Salmo (vs. 12-21)- permite mirar hacia el futuro con una cierta esperanza.
Por las circunstancias a que se hace alusión, es probable que el Salmo haya sido compuesto durante el exilio babilónico.

Salmo 78 (77)

Esta larga meditación de estilo sapiencial evoca la historia de Israel, desde el Éxodo hasta la institución de la monarquía davídica. El relato histórico sirve de soporte a una enseñanza para el presente: en el recuerdo de su propio pasado, Israel debe encontrar un motivo de gratitud y fidelidad al Dios de la Alianza (vs. 6-7). Esta preocupación didáctica se manifiesta, sobre todo, en la presentación de la historia como una permanente contraposición entre la misericordia del Señor y las rebeldías de su Pueblo.

Salmo 79 (78)

El motivo de esta súplica nacional es la deplorable situación en que se encuentra Israel: los paganos han devastado y profanado la herencia del Señor (v. 1); muchos fieles han caído bajo la espada, sus cadáveres han sido abandonados a las aves de rapiña y los pueblos vecinos celebran esa derrota (vs. 2-4). El salmista reconoce que la tragedia nacional es el justo castigo de reiteradas infidelidades (v. 8); pero hace presente al Señor que esa derrota compromete la gloria de su Nombre (v. 9), ya que Israel es su Pueblo y su “rebaño” (v. 13). Si no escucha el llanto de los cautivos, los paganos pensarán que es inútil servir al Señor (v. 10).

Salmo 80 (79)

Este Salmo es una súplica que toda la nación dirige al “Pastor de Israel” (v. 2), en un momento de grave calamidad. El lirismo que caracteriza a todo el poema aparece con particular relieve en los vs. 9-12, donde Israel es presentado como una “vid” que el Señor sacó de Egipto y plantó cuidadosamente en la Tierra prometida. El recuerdo de aquella solicitud hace más angustiosa la situación presente (vs. 5-7, 13-14) y confiere mayor intensidad a la súplica de toda la comunidad, expresada particularmente en el estribillo de los vs. 4, 8 y 20.

Salmo 81 (80)

La primera parte de este Salmo (vs. 2-6) es un preludio hímnico, que invita a celebrar jubilosamente una de las grandes fiestas anuales. La segunda (vs. 7-17) contiene un oráculo que el Señor dirige a Israel, en un tono de reproche y de promesa. En èl, le recuerda sus beneficios y sus exigencias (vs. 9-11), lo amonesta por su obstinación (vs. 12-13) y le promete toda clase de bendiciones si escucha su Palabra (vs. 14-17).

Salmo 82 (81)

Este poema ilustra uno de los aspectos de la prolongada lucha que Israel mantuvo contra la idolatría y contra las concepciones del paganismo circundante. En algunas ocasiones, los Profetas -para dar una mayor fuerza persuasiva a sus palabras- interpelaban a los dioses paganos y les reprochaban su incapacidad para hacer alguna cosa, sea buena o mala (Is. 41. 21-29). Mediante un procedimiento literario similar, este Salmo presenta al Señor alzándose como Juez en medio de los dioses, para condenarlos a la impotencia total, después de haberlos acusado de fomentar la injusticia entre los hombres.
Posteriormente, este Salmo se interpretó como un apóstrofe contra los jueces y gobernantes injustos.

Salmo 83 (82)

Israel pide al Señor que repita sus hazañas del pasado (vs. 10-13) y manifieste su dominio sobre toda la tierra (v. 19), derrotando a los enemigos de su Pueblo (vs. 14-18). La coalición mencionada en los vs. 3-6 no se refiere a un hecho histórico determinado, sino que representa simbólicamente la constante oposición de los paganos contra Israel. Esta afirmación se funda en el carácter artificial de la lista que enumera a las naciones coaligadas (vs. 7-9): en ella aparecen reunidos diez de los enemigos tradicionales de Israel, pertenecientes a épocas diversas.

Salmo 84 (83)

Al llegar a Jerusalén, un peregrino entona esta alabanza al Templo de Sión, Morada del Señor y lugar donde se manifiesta su presencia. Con profundo lirismo, evoca su ansia de Dios que lo trajo hasta el Santuario (v. 3), las etapas recorridas por los peregrinos (vs. 7-8) y la felicidad de encontrarse en la Casa del Señor (vs. 5, 11).

Salmo 85 (84)

En esta oración se refleja la situación espiritual de los que ya han pasado la prueba del exilio en Babilonia. La repatriación de los cautivos “ha cambiado la suerte” de Israel (v. 2) y es una prueba del amor del Señor hacia su Pueblo. Pero los vaticinios proféticos (Is. 60. 2) no se han cumplido plenamente, y la reconstrucción nacional se realiza en medio de las más duras penalidades. Por eso la comunidad suplica al Señor que manifieste su misericordia y le conceda la salvación (v. 8), es decir, que lleve a su pleno cumplimiento la obra comenzada. La última parte del Salmo (vs. 9-14) es un oráculo profético, que contiene la respuesta divina a la súplica del Pueblo y anuncia la definitiva restauración de Israel, en una era de justicia y prosperidad.

Salmo 86 (85)

Este Salmo es la oración de un “pobre” (v. 1), que se abandona a la misericordia y al poder de Dios en medio de un grave peligro (vs. 7-14). Para fundamentar su petición, el salmista no describe dramáticamente la intensidad de sus sufrimientos -como suele suceder en las súplicas del Salterio (Sal 22; 41; 69; 88)- sino que apela con esperanzada insistencia a la bondad infinita de Dios (vs. 5, 13, 15-17).

Salmo 87 (86)

Es probable que este “Canto de Sión” (Sal. 46; 48; 76) haya sido interpretado de distintas maneras en épocas diversas. En su forma original, parece estar dirigido a los peregrinos que llegaban a Sión (vs. 1-2) de todas las regiones de la diáspora judía, para anunciarles que también ellos debían sentirse como nacidos en Jerusalén. Más tarde, por influencia de algunos oráculos proféticos (Is. 2. 2-4; Zac. 8. 20-23), el Salmo fue “releído” con una perspectiva mesiánica y universalista: Jerusalén estaba llamada a ser el centro espiritual de todas las naciones, y hasta los más encarnizados enemigos del Pueblo elegido -Egipto, Babilonia, Tiro, Filistea y Etiopía (v. 4)- tendrían que reconocer al Dios de Israel y considerarse ciudadanos de la Ciudad santa (v. 6).

Salmo 88 (87)

Esta lamentación -sin duda, la más triste de todo el Salterio- refleja admirablemente las ideas del Antiguo Testamento sobre la enfermedad, la muerte y el más allá. Entre la enfermedad y la muerte hay sólo una diferencia de grado, porque en ambos casos están obrando los mismos poderes hostiles a la vida (vs. 16-18). Al verse privado de todos los motivos de felicidad y, en especial, de la comunión con los demás (vs. 9, 19), el enfermo se siente sumergido en el “reino de la muerte” (v. 12), cuyas características describen los vs. 6-8. En esta penosa situación, y sin manifestar ningún sentimiento de esperanza, el salmista pide al Señor que le devuelva la vida porque los muertos no pueden alabar a Dios (vs. 11 -13).

La fe en la resurrección y en la vida futura ilumina con una nueva perspectiva el misterio del dolor, tan elocuentemente expresado en este Salmo, que pertenece a los llamados “Oraciones de los enfermos” (Sal. 6; 38; 41; 102. 2-12).

Salmo 89 (88)

La evocación de las promesas hechas por el Señor a David - que constituye la parte central de este magnífico poema- sirve de base a la súplica por el rey, en un momento de grave humillación para la dinastía davídica. Con esta visión global del Salmo, es fácil percibir la conexión entre sus diversas partes. El breve preludio (v. 2) -seguido de una alusión a la alianza davídica (vs. 3-5) y de un himno al Creador (vs. 6-19)- introduce un oráculo divino (vs. 20-38), que anuncia los privilegios de David y su dinastía-. La situación que describen los versículos siguientes (39-46) es el reverso de esas antiguas promesas, y por eso el rey suplica al Señor que vuelva a manifestarle su amor y su fidelidad (vs. 47-52).

Salmo 90 (89)

La súplica contenida en este Salmo está motivada por largos años de penosos sufrimientos. En ella, la comunidad de Israel ruega al Señor que le conceda una alegría comparable a las tribulaciones vividas hasta el presente (vs. 13-15).El Salmo no apunta específicamente a una situación particular -hambre, sequía o guerra- sino que parece referirse, de manera general, a las penalidades cotidianas, tanto de los individuos como de la nación. Por eso, la súplica va precedida de una profunda meditación sobre la precariedad y la miseria de la vida humana, contrapuesta a la eternidad y soberanía de Dios (vs. 2-10). La conclusión del salmista es que la verdadera sabiduría consiste en reconocer la brevedad de la vida (v. 12). El verso inicial confiere a todo el Salmo un tono de esperanzada confianza.

Salmo 91 (90)

Una sola idea se repite a lo largo de todo este Salmo: los que se refugian en el Señor pueden afrontar confiadamente cualquier dificultad, porque cuentan con la constante y eficaz protección divina. Muchas expresiones tienen evidentemente un carácter hiperbólico, por ejemplo la del v. 13, y sólo pretenden destacar la excepcional providencia con que el Señor cuida de sus fieles. En la parte final del Salmo (vs. 14-16), un oráculo divino confirma la enseñanza del salmista.

Salmo 92 (91)

En este canto de acción de gracias, el salmista descubre en su caso personal (vs. 5, 11-12) una manifestación de los designios providenciales de Dios (v. 6). La suerte reservada a los impíos (vs. 8-10) y a los justos (vs. 13-16) revela la profundidad y la justicia de esos designios, que el “insensato” es incapaz de comprender (v. 7). Sin plantear expresamente el problema -como sucede en los Salmos 37; 49; 73- este Salmo da una respuesta a los interrogantes que suscita el aparente triunfo del mal.

Salmo 93 (92)

El tema central de este himno se vuelve a encontrar en un grupo de salmos cultuales, denominados habitualmente “Himnos a la realeza del Señor” (Sal. 47; 96 - 99). Todos estos poemas proclaman al Señor como Rey universal, destacando los diversos motivos en que se funda su realeza. En este caso, la soberanía del Señor aparece fundada en el acto de la creación y afianzamiento del mundo, que los vs. 3-4 describen -con evidentes reminiscencias mitológicas- como una victoria divina sobre las fuerzas del caos. El versículo final alude a la Revelación concedida a Israel, porque la obra creadora de Dios es inseparable de sus manifestaciones salvíficas en la historia.

Salmo 94 (93)

El salmista comienza con una angustiosa invocación al Señor, para que se manifieste como Juez de la tierra y castigue a los opresores de su Pueblo (vs 1-7). La segunda parte del Salmo tiene un tono sapiencial, y es un severo reproche a los que ponen en duda el triunfo final de la justicia (vs. 8-15). Por último, el salmista se reconforta a sí mismo, fundado en su propia experiencia de la intervención salvadora de Dios (vs. 16-19) y en la seguridad de que el Señor no puede estar de parte de la injusticia (vs. 20-23).

Salmo 95 (94)

Las dos partes que componen este Salmo corresponden a otros tantos momentos de una solemne acción litúrgica. La primera (vs. 1-7) es un canto procesional dirigido a la comunidad para invitarla a ingresar jubilosamente en la morada del Señor. En la segunda parte (vs. 8-11) se escucha un oráculo del Señor, que exhorta a Israel a no imitar la incredulidad y la rebeldía de sus antepasados en el desierto.

Salmo 96 (95)

La proclamación de la realeza del Señor es asociada en este himno a dos acontecimientos decisivos de su obra salvífica: la creación y el juicio (v. 10). La primera establece en la naturaleza el orden querido por Dios (Gn. 1. 31); el segundo restablece en la historia el orden quebrantado por la injusticia. Por eso, no sólo los hombres (vs. 1-10), sino todos los seres creados (vs. 11-12) son invitados a celebrar jubilosamente la llegada del Señor, que viene a instaurar definitivamente su justicia (v. 13).
Este poema litúrgico pertenece al grupo de los “Himnos a la realeza del Señor” (Sal. 47; 93; 97 - 99) y presenta numerosas analogías con Is. 40 - 66. Un poco más abreviado, se vuelve a encontrar en 1 Crón. 16. 23-33.

Salmo 97 (96)

La frase inicial de este “Himno a la realeza del Señor” (Sal 47; 93; 96; 98 - 99) es una solemne proclamación, que anuncia el advenimiento del Reino de Dios, inaugurado por una teofanía de la que participan todos los elementos de la naturaleza (vs. 1-5). Esta manifestación del Señor como Rey signifca el triunfo definitivo de la justicia (v. 6) y es un motivo de júbilo para su Pueblo (vs. 8, 11). La exhortación final (v. 12) parece estar dirigida a la comunidad congregada en el Templo, que actualizaba cultualmente la victoria del Señor sobre sus enemigos y el establecimiento de su Reino.

Salmo 98 (97)

Las ideas que desarrolla este “Himno a la realeza del Señor” (Sal. 47; 93; 96 - 97; 99) son muy afines con las del Salmo 96, y su fuente de inspiración es también Is. 40 - 66.

Salmo 99 (98)

Este Salmo es un himno de alabanza al Señor, que estableció su trono en Sión para revelarse a Israel como Rey justo y poderoso (vs. 1-4). La benevolencia y la justicia con que el Señor gobierna a su Pueblo se manifiesta, de manera arquetípica, en las figuras de Moisés, Aarón y Samuel: ellos son, a un mismo tiempo, los mediadores de la Revelación divina y un ejemplo constante para los fieles (vs. 6-8). La triple aclamación al Dios “santo” (vs. 3, 5, 9) recuerda el canto de los Serafines de Is. 6. 3, y es un indicio del carácter marcadamente litúrgico del Salmo.
Si bien este poema pertenece al grupo de “Himnos a la realeza del Señor” (Sal. 47; 93; 96 - 98), por su forma y su contenido difiere notablemente de los demás.

Salmo 100 (99)

La primera estrofa de este canto procesional (vs. 1-2) es una invitación a la alegría y a la acción de gracias, dirigida a toda la comunidad cultual en e1 momento de ingresar al Templo. En la segunda estrofa, Israel reconoce con gratitud su condición de “Pueblo” y “rebaño” del único Dios (v. 3) La estructura del Salmo parece indicar que este era cantado alternadamente por dos coros.