Aunque el icono de la Trinidad, de Rublev, es una obra de arte incomparable, es, ante todo, una obra religiosa y como tal debe ser considerada. Nunca, en ninguna época de la Iglesia, se ha hecho una meditación tan densa sobre el misterio de la Trinidad. Rublev ha escrito en un icono de una simplicidad desconcertante, lo que no ha sabido expresar la literatura teológica.