martes, 6 de noviembre de 2012
SALMO 25 (24)
SALMO 25 (24)
1 A ti, Señor, levantó mi alma:
2 Dios mío, en ti confío, no quede yo defraudado,
que no triunfen de mí mis enemigos;
3 pues los que esperan en ti no quedan defraudados,
mientras que el fracaso malogra a los traidores.
4 Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas.
5 haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador,
y todo el día te estoy esperando.
6 Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
7 no te acuerdes de los pecados
ni de las maldades de mi juventud;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor.
8 El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
9 hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes.
10 Las sendas del Señor son misericordia y lealtad,
para los que guardan su alianza y sus mandatos.
11 Por el honor de tu nombre, Señor,
perdona mis culpas, que son muchas.
12 ¿Hay alguien que tema al Señor?
Él le enseñará el camino escogido:
13 su alma vivirá feliz,
su descendencia poseerá la tierra.
14 El Señor se confía con sus fieles
y les da a conocer su alianza.
15 Tengo los ojos puestos en el Señor
porque el saca mis pies de la red.
16 Mírame, oh Dios, y ten piedad de mí,
que estoy solo y afligido;
17 ensancha mi corazón oprimido
y sácame de mis tribulaciones.
18 Mira mis trabajos y mis penas
y perdona todos mis pecados;
19 mira cuantos son mis enemigos,
que me detestan con odio cruel.
20 Guarda mi vida y líbrame,
no quede yo defraudado de haber acudido a ti.
21 La inocencia y la rectitud me protegerán,
porque espero en ti.
22 Salva, oh Dios, a Israel
de todos sus peligros.