sábado, 25 de febrero de 2017

Normas a observar por los sacerdotes.

Estas normas deberían observarla todos los sacerdotes, para que ellos mismos busquen su santidad y salvar muchas almas!!!
San Alfonso María de Ligorio al recibir la ordenación sacerdotal se trazó una norma de conducta fijada en 15 puntos:
1º Soy sacerdote; mi dignidad supera la de los ángeles: debo tener una suma pureza y, en cuanto pueda, ser un hombre angelical.
2º Dios obedece a mi voz: yo debo obedecer a las voces de Dios, de su gracia y de los superiores eclesiásticos.
3º La Santa Iglesia me honra: yo debo honrar a la Iglesia con la santidad de vida, con celo, con el trabajo, con el decoro.
4º Ofrezco a Jesucristo al eterno Padre: debo estar revestido de las virtudes de Jesucristo y prepararme a tratar con el Santo de los santos.
5º El pueblo cristiano me considera como un ministro de reconciliación con Dios: yo debo ser siempre grato a Dios y gozar de su amistad.
6º El justo quiere con mi virtuoso ejemplo confirmarse en la buena y santa vida: yo debo dar buenos ejemplos siempre y a todos.
7º Los pobres pecadores esperan de mí que los libre de la muerte del pecado: yo debo hacerlo con las oraciones, con el ejemplo, con la voz, con los hechos.
8º Necesito fortaleza y valor para vencer al mundo, al infierno y a la carne corrompida: con la divina gracia debo combatir y vencer.
9º Debo prepararme con la sabiduría para defender  la santa religión y abatir los errores y la impiedad.
10º Los respetos humanos y  amistades del mundo debo odiarlos y aborrecerlos como cosa del infierno: esas cosas desacreditan al sacerdocio.
11º Debo maldecir la ambición y el interés  como peste del estado sacerdotal: por su ambición tantos  sacerdotes han perdido la fe.
12º Necesito la seriedad y la caridad, y debo ser cauto, reservado, especialmente con las mujeres, pero no altanero, áspero o despreciativo.
13º El recogimiento, el fervor, la sólida virtud, el ejercicio de la oración, deben ser mi continua ocupación si quiero agradar a Dios.
14º Sólo debo buscar la gloria de Dios, la santificación de mi alma y la salvación de mi prójimo, aun a costa de la vida.
15º Soy sacerdote; debo inspirar virtud y glorificar al sumo y eterno Sacerdote Jesucristo.

jueves, 23 de febrero de 2017

Obras de misericordia

Las 7 Obras de Misericordia Espirituales
No olvidemos que por las obras seremos juzgados, y nuestra Fe debe ser autentica para ser verdaderos cristianos!!!

1.Enseñar al que no sabe  Enseñar al que no sabe.
 Es importante que cooperemos con nuestros hermanos, pero es mas importante enseñarles a realizar por ellos mismos aquello que no saben. Por ello, enseñémosle a orar, a perdonar, a perdonarse, a compartir, etc.

 2. Dar buen consejo al que lo necesita. 
Para dar buen consejo es necesario que nosotros mismos hayamos sido aconsejados por un director espiritual, que nos ayude a orar a Dios Padre, para que nos envíe su Santo Espíritu y nos regale el don de consejo. Así, bajo la guía del Señor, tanto nuestras palabras como nuestro actuar, serán un constante aconcejar a los que lo necesitan.

3.  Corregir al que se equivoca.
Muchas veces nos enojamos o reímos cuando vemos a algún hermano equivocarse, olvidándosenos que no somos perfectos e inevitablemente nos equivocaremos también. Pensemos, ¿nos gustaría que se rieran de nosotros?, definitivamente NO, así que, cuando alguien se equivoque corrijámoslo con amor fraternal para que no lo vuelva a hacer.
 
4. Perdonar al que nos ofende. 

¡Que difícil!, tanto que Jesús nos dice que debemos perdonar 70 veces 7, es decir, SIEMPRE. Además en el Padre Nuestro, nos pone la condición de PERDONAR NUESTROS OFENSAS, COMO NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN. Así que, a perdonar, perdonar, perdonar....

 5. Consolar al triste. 

 Jesús nos ha dicho: "Dichosos los que lloran porque serán consolados". El consuelo de Dios, por medio de su Espíritu Santo, nos consuela. Pero, además, Dios se vale de nosotros para consolar a los demás. No se trata de decir: no llore, sino de buscar en las Escrituras, las palabras que mejor se adecúen a la situación. En los salmos podremos encontrar esa palabra de consuelo que requerimos, por eso, es conveniente recitarlos y meditarlos constantemente.
 
6. Sufrir con paciencia los defectos del prójimo. 

¡Que fácil es ver la paja en el ojo del prójimo y no vemos la viga en el nuestro!. Cuando seamos capaces de disimular los defectos de nuestro hermano, estaremos colaborando en la construcción del Reino del Señor. Tengamos paciencia con los ancianos, los niños, el vecino, el compañero de trabajo y ellos la tendran con nosotros, en nuestros defectos.

7. Rogar a Dios por los vivos y los difuntos. Ofrecer Santas Misas, oraciones y orar por los difuntos

 Obras de Misericordia Corporales

Las obras de misericordia corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos (cf Mt 25, 31-46). Entre estas obras, la limosna hecha a los pobres (cf Tb 4,5-11; Si 17, 22) es uno de los principales testimonies de la caridad fraterna: es también una práctica de justicia que agrada a Dios (cf Mt 6, 2-4) . (Catecismo) 

1. Visitar a los enfermos. 
Nuestros hospitales estan llenos de enfermos olvidados por sus familiares, o bien, personas que por la lejanía con el centro hospitalario, no reciben visita alguna. Es bueno dar dinero para los necesitados, pero que bueno es darnos nosotros mismos. Compartamos de nuestro tiempo con ellos y llevémosles una palabra de aliento, un rato de compañía a esos cristos en su monte de los olivos.
  
2. Dar de comer al hambriento.

Jesús nos ordena compartir con el necesitado cunado nos dice, "El que tenga dos capas déle una al que no tiene, y el que tenga alimento, comparta con el que no"(San Lucas, 3-11). Al compartir nuestro alimento, no solo les llenamos el estómago a nuestros hermanos necesitados, sino que les mostramos el amor de Dios que no los deja desfallecer.

 3. Dar de beber al sediento. 

Con cuantas ganas nos bebemos un vaso de agua fresca luego de recorrer un largo trecho para calmar nuestra sed. ¿Cuántas veces pensamos en nuestros hermanos que no tienen un lugar donde beberlo?. Pensemos en aquellos que se enferman porque deben calmar su sed con agua contaminada, aquellos que mueren de sed porque otros la desperdician, incluso Jesús, en su trance de muerte, sintió sed y lo exclamó con tanta vehemencia, que un soldado romano le acercó una esponja con hiel y vinagre para que la calmara. ¿Sómos nosotros peores que ese soldado romano como para negar agua al sediento?.

 4. Dar posada al peregrino. 

Existen muchos inmigrantes que esperan nuestra ayuda para poder vivir dignamente junto a su familia, ayuda que debe hacerse presente en toda forma y a todo momento. Recordemos que esos hermanos desposeídos son Sagrarios del Espíritu Santo que merecen al menos una Tienda de Encuentro con el amor Divino.
 
5. Vestir al desnudo. 
A menudo nos encontramos con hermanos que estan vestidos con harapos o bien se encuentran desnudos, viéndose disminuída su dignidad de hijos de Dios. Ayudémosles a recobrarla brindándoles una vestidura limpia y respetable, que les permita reencontrar al Señor en la bondad de los demás.
 
6. Visitar a los encarcelados. 

Cada mañana nos levantamos y corremos a los centros de estudio o trabajo, y posiblemente pasemos frente a un centro de reclusión en el que muchos de nuestros hermanos sufren la soledad y la indiferencia. Nuestra Santa Madre Iglesia nos llama a llevarles, no solo cosas materiales, sino el cariño de toda la comunidad a cada uno de ellos, para que se sientan parte del rebaño del Único Pastor.

  7. Enterrar a los muertos. 

Sepultarlos no significa olvidarlos, por el contrario, esta obra de misericordia coporal nos lleva a la obra de misericordia espiritual que nos invita a rezar por los vivos y los muertos. Al enterrarlos no debemos olvidar que es nuestro deber mantener sus sepulturas en buen estado, pues en ellas se contienen los restos mortales de aquellos que fueron Templo del Espíritu Santo.

Perdonar

Con sabiduría, Benedicto XVI apuntaba que «perdonar no es ignorar sino transformar». Y pedía oponer al océano del mal un océano de bondad, permaneciendo en la gratuidad: «Nada puede mejorar el mundo si el mal no es superado. Y el mal solo pude ser superado con el perdón… un perdón eficaz; perdón que solo nos lo puede dar el Señor».

La Cátedra de San Pedro en Roma.

Para recordar dos etapas importantísimas de la misión del príncipe de los Apóstoles y la fundación del cristianismo primero en Antioquía y después en Roma, el Martirologio Romano celebraba el 22 de febrero la fiesta de la Cátedra de San Pedro en Antioquía y el 18 de enero la de su Cátedra en Roma. La reforma del calendario unificó las dos conmemoraciones el 22 de febrero, fecha que tiene su apoyo en una antigua tradición que refiere la Depositio martyrum. En efecto, en este día se celebraba la cátedra romana, anticipada después en Galia al 18 de enero, para evitar que la fiesta cayera en tiempo de Cuaresma.

Por eso se terminó celebrando la fiesta de la Cátedra de San Pedro en Antioquía el 22 de febrero, y la romana el 18 de enero. La cátedra, literalmente, es la silla fija del Sumo Pontífice y de los obispos. Se encuentra permanentemente en la iglesia madre de la diócesis (de aquí el nombre de "catedral") y es el símbolo de la autoridad del obispo y de su magisterio ordinario en la Iglesia local. La cátedra de San Pedro indica, pues, su posición preeminente en el colegio apostólico, por explícita voluntad de Jesús, que le confía la misión de "apacentar" el rebaño, esto es, guiar el nuevo pueblo de Dios, la Iglesia.

Esta investidura por parte de Cristo, confirmada después de la resurrección, es respetada. En efecto, después de la Ascensión vemos a Pedro cumpliendo su tarea de guía. Preside la elección de Matías y habla en nombre de todos sea a la multitud que acude a escucharlo ante el cenáculo, el día de Pentecostés, sea más tarde ante el Sanedrín. El mismo Herodes Agripa sabe que le da un golpe mortal a la naciente Iglesia eliminando a su jefe, San Pedro. Mientras la presencia de Pedro en Antioquía es innegable por los escritos neotestamentarios, su ida a Roma en los primeros años del imperio de Claudio no tiene pruebas tan evidentes.

El desarrollo del cristianismo en la capital del imperio confirmado por la carta paulina a los Romanos (escrita hacia el año 57) no se explica sin la presencia de un misionero de primer plano. La llegada, cualquiera que sea la fecha, de San Pedro a Roma, y su muerte, las confirman tradiciones antiquísimas, aceptadas ahora universalmente por estudiosos, incluso no católicos. 

La cátedra es en realidad el trono que Carlos el Calvo regaló al papa Juan VIII y en el que fue coronado emperador el día de Navidad del año 875. Carlos el Calvo era nieto de Carlomagno. Durante muchos años la silla fue utilizada por el papa y sus sucesores durante las ceremonias litúrgicas, hasta que fue incorporada al Altar de la Cátedra de Bernini en 1666.