viernes, 21 de enero de 2011

Santa Luisa de Marillac


Luisa de Marillac, no tuvo una infancia ni una adolescencia fácil, se puede decir que no fue feliz. De muy joven quedó huérfana de padre y madre y fue educada por su tío, Canciller del Reino de Francia. Era un hombre de una gran piedad, la hizo progresar en las letras, artes y virtud. Pero Luisa sufría de la terrible enfermedad espiritual.

Sintió la llamada religiosa a los 22 años, pero cedió a los deseos de su tío y siguió el consejo de su confesor y se casó con Antonio Le Gras, oficial al servicio de la Reina. Antonio, estaba enfermo y moriría doce años después.

Viuda a los 34 años, rica y piadosa, Luisa se dedicó por entero a los pobres pero le faltaba un director espiritual que la librara de sus miedos y sus escrúpulos y esa tarea la intentó al principio San Francisco de Sales.

Dos años después de la muerte de San Francisco de Sales, Santa Luisa conoció a San Vicente de Paul. En el primer encuentro no fue como esperaban, no se gustaron, Luisa vio a un sacerdote de campo, y Vicente no vio nada en Luisa. Ocupado con los pobres, no tenía en vista dirigir espiritualmente a personas de la alta sociedad. Esa primera impresión mutua se fue desvaneciendo conforme los dos se iban conociendo mutuamente.

Se formó entonces aquella sociedad espiritual, que fructificaría después dando tantos beneficios a la Iglesia y a la sociedad, y que aún hoy en día sigue dando esos beneficios. Vicente de Paul triunfó, liberó a luisa de sus escrúpulos y la hizo su gran colaboradora en todas las obras que emprendía, conduciéndola hacia la santidad. Luisa se dejó llevar por las manos de Vicente y junto a él fundó las Cofradías de la Caridad y la Compañía de las Hijas de la Caridad (de San Vicente de Paul), convirtiéndose en su gran mano derecha hasta que fallece el 15 de marzo de 1660, seis meses antes que Vicente.

Presionado por Luisa, Vicente le escribió diciendo que el “buen ángel” de ella había hablado con el suyo, sugiriéndole la obra que iba a ser fundada. Pero esta obra se adelantó por la prisa que tenía Luisa y al final encontraron una fòrmula para la obra que iban a fundar. Los dos compusieron las reglas de las Hijas de la Caridad y San Vicente excluyó de ellas todas las palabras que pudiesen dar idea de vida religiosa.

Las Hijas de la Caridad, por no ser religiosas:
- Tendrán por monasterio las casas de los enfermos
- Por celda una casa de alquiler
- Por Capilla la Iglesia de la Parroquia
- Por claustro las calles de la ciudad
- Por clausura la Obediencia
- Por rejas el temor a Dios
- Por velo la Santa modestia

Así, el día 29 de noviembre de 1633, se fundó la Compañía de las Hijas de la Caridad, cuyo espíritu debería ser de “simplicidad, caridad, humildad, mortificación, amor al trabajo... obediencia, pobreza y castidad”.

La fama de Luisa se conoció por todas las ciudades en Beauvais el entusiasmo por ella no pudo ser mayor, todo el mundo quería escucharla, incluso los hombres. El pueblo se despidió de ella acompañándola hasta las afueras y la gente quedaba maravillada por su prudencia y sabiduría.

¿Qué hubiera sido de la obra de san Vicente sin Santa Luisa? No se puede decir seguro, pero quizás no hubiera tenido la repercusión ni el gran esplendor que le dio San Luisa.