domingo, 31 de mayo de 2009

JUAN PABLO II



Oración por la Paz del Papa Juan Pablo II Dios de infinita misericordia y bondad, con corazón agradecido te invocamos hoy en esta tierra que en otros tiempos recorrió San Pablo. Proclamó a las naciones la verdad de que en Cristo Dios reconcilió al mundo consigo. Que tu voz resuene en el corazón de todos los hombres y mujeres, cuando los llames a seguir el camino de reconciliación y paz, y a ser misericordiosos como tú. Ayúdanos a derribar las barreras de la hostilidad y de la división y a construir juntos un mundo de justicia y solidaridad. Señor, tú creas cielos nuevos y una tierra nueva. Te encomendamos a los niños y jóvenes de estas tierras. En su corazón aspiran a un futuro más luminoso; fortalece su decisión de ser hombres y mujeres de paz y heraldos de una nueva esperanza para sus pueblos. Padre, tú haces germinar la justicia en la tierra. Te pedimos por las autoridades civiles de esta región, para que se esfuercen por satisfacer las justas aspiraciones de sus pueblos y eduquen a los jóvenes en la justicia y en la paz. Impúlsalos a trabajar generosamente por el bien común y a respetar la dignidad de toda persona y los derechos fundamentales que derivan de la imagen y semejanza del Creador impresa en todo ser humano. Padre misericordioso, que todos los creyentes encuentren la valentía de perdonarse unos a otros, a fin de que se curen las heridas del pasado y no sean un pretexto para nuevos sufrimientos en el presente. Que, con un solo corazón y una sola mente, trabajemos para que todo el mundo sea una verdadera casa para todos sus pueblos. ¡Paz! ¡Paz! ¡Paz! Amén. (Autoría atribuida a San Francisco de Asís)

SAN PABLO

Todos los cristianos, de cualquier lengua y de cualquier nación, hemos recibido el nacimiento del “agua y del Espíritu” de la mano de nuestra madre, la Iglesia, y así hemos quedado integrados en la familia de los hijos de Dios en una Iglesia que está abierta a todos los hombres: es la Iglesia “Católica”. Para que la Iglesia llegara a realizar esta “catolicidad” y no fuera una secta dentro del judaísmo, Dios se sirvió especialmente del apóstol san Pablo. Él comprendió que el Evangelio de Jesucristo era una Buena Noticia para todos los hombres y extrajo las consecuencias, superando las barreras estrechas de los que pretendían limitar la predicación del Evangelio encerrándolo dentro de un exclusivismo religioso que sólo tenía en vista al pueblo de Israel.

A lo largo de su historia, la Iglesia siempre ha sido iluminada por la palabra de san Pablo, porque tanto el Magisterio como los teólogos han recurrido necesariamente a sus cartas para profundizar y proponer la doctrina de la fe. Muchas polémicas teológicas se han desarrollado en trono a sus textos y grandes santos han alimentado su espiritualidad en la lectura de las cartas paulinas.

MADRE DEL RESPLANDOR


Como el sol llena la tierra
así tu Amor llena mi corazón
y al llegar la noche
con la luna a tus pies
allí estás Tú
tranquila, serena
vestida de resplandor.

Madre, déjame ser un poco como Tú,
enséñame a decir si
para que Dios habite en mí.

Hoy te he sentido al rezar
y al sentirte me puse a caminar.
Te vi en el azul del mar
y me acompañaste en mi peregrinar.

María, Madre de Dios
por la fe sabes vivir la oscuridad,
yo ando buscando la Luz,
dame tu fe, acógeme, por caridad.

Gracias por tu saber estar
gracias por tu humildad
gracias por acogerme un día más.

A LA VIRGEN DEL CLAUSTRO


Señora del claustro,
tu posición es privilegiada.
Eres la Señora del Silencio,
silencio necesario para el Espíritu.
Eres la Madre del silencio,
la Madre de la humildad,
la Madre de la pobreza.

Eres la Reina de la Noche y de la Mañana,
estás dentro de Dios y Dios dentro de Ti.
Tu silencio es presencia.
Gracias por tu Hijo,
gracias por tu Fiat,
gracias por tu paciencia en el silencio del Claustro.
Gracias por dar paz a tantas almas,
que te visitan en esos cortos momentos de libertad claustral.

CLAUSTRO, SILENCIO, MARIA
envuélveme con el manto de tu silencio
y dame tus ojos para Ver.
Eres la Señora confiada,
eres la Señora entregada,
eres la Señora amada,
eres la Señora del claustro, por tantas almas venerada.