domingo, 2 de octubre de 2016

Los Santos Ángeles Custodios.

Los Santos Ángeles Custodios.

«Ángel santo de la guarda, compañero de mi vida, tú que nunca me abandonas, ni de noche ni de día. Aunque espíritu invisible, sé que te hallas a mi lado, escuchas mis oraciones, y cuentas todos mis pasos. En las sombras de la noche, me defiendes del demonio, tendiendo sobre mi pecho, tus alas de nácar y oro. Ángel de Dios, que yo escuche, tu mensaje y que lo viva, que vaya siempre contigo, hacia Dios, que me lo envía. Testigo de lo invisible, presencia del cielo amiga, gracias por tu fiel custodia, gracias por tu compañía».

Así de hermosa es la poesía con que dan comienzo las laudes de este día. En ella ya se encuentra sintetizada la espiritualidad y sentido de esta fiesta.

La existencia de los ángeles está fuera de duda y siempre la Iglesia los veneró y difundió su culto. San Gregorio Magno llega a decir esta hipérbole: «En casi todas las páginas de las Sagradas Escrituras está contenida la existencia de los Ángeles». El Antiguo Testamento habla repetidas veces de su acción prodigiosa en favor de los hombres: Un ángel avisa a Lot del peligro que corre Sodoma y el castigo que va a recibir esta ciudad. Un ángel conforta a la criada de Abrahán, Agar, cuando es despedida y camina por el desierto. Un ángel socorre al Profeta San Elías y le alimenta con pan y agua fresca por dos veces cuando huye de la persecución de la reina Jezabel. Un ángel acompaña y colma de gracia al joven Tobías y a su padre y demás familiares. Casi todo el libro de Tobías está en torno al arcángel San Rafael. También en el Nuevo Testamento aparece el ángel liberando a Pedro de las cadenas y abriéndole la puerta de la cárcel...

En las vidas de los Santos, tanto antiguos, como Santa Inés, tanto de la Edad Media, como San Francisco de Asís, y, modernos, como Santa Micaela del Smo. Sacramento, Santa Gema Galgani y San Francisco de Sales... la presencia del Ángel de su Guarda en sus vidas es como algo inseparable. Mucho lo vivió también el Beato Manuel Domingo y Sol.

Desde que tenemos uso de razón en nuestros hogares cristianos se nos infunde la devoción al Ángel de nuestra Guarda y se nos recomienda que no demos oído al ángel malo que nos instigará al pecado y que tratemos de oír siempre al Ángel bueno que nos inspirará lo que hemos de hacer y hemos de evitar.

Es doctrina comúnmente admitida que, al nacer, el Señor ya nos señala un ángel para nuestra custodia y que cada familia, cada pueblo, cada nación tienen su propio ángel. El sabio Orígenes ya decía algo parecido en el siglo III: «Sí, cada uno de nosotros tenemos un ángel que nos dirige, nos acompaña, nos gobierna, nos amonesta y presenta a Dios nuestras plegarias y buenas obras».

Santo Tomás de Aquino dividió los Coros angélicos en nueve categorías diferentes: «Los Serafines, Querubines y Tronos, forman la augusta corte de la Santísima Trinidad; las Dominaciones presiden el gobierno del Universo; las Virtudes, la fijeza de las leyes naturales; las Potestades refrenan el poder de los demonios; los Principados tienen bajo su amparo a los reinos y naciones; lo Arcángeles defienden a las comunidades menores, y los Ángeles guardan a cada uno de los hombres».

Los mismos Salmos hablan con frecuencia de los Ángeles. Jesucristo se refirió en varias ocasiones a la misión de estos Espíritus purísimos. San Agustín afirmaba en su tiempo que «el Ángel de la Guarda nos ama como a hermanos y está con una santa impaciencia por vernos ocupar en el cielo aquellas sillas de que se hicieron indignos los ángeles rebeldes». ¿Qué hacer nosotros por el Ángel, ya que tanto hace él por nosotros? Dice el Éxodo: «Respétale y escucha su voz... Si oyes su voz y ejecutas cuanto te ordene, seré enemigo de tus enemigos».

La crítica a los sacerdotes.

La crítica a los sacerdotes

Si el sacerdote es apuesto: ¿Por qué no se casó?
Si es feo: ¡no encontró con quien casarse!

Si anda vestido de civil: es un mundano!.
Si lleva el traje clerical: es un conservador tradicionalista.

Si no trata a la gente con mucho cariño: ¡que frialdad que irradia!
Si trata con amabilidad: tiene intenciones dudosas.

Si se deja el pelo largo: ¡estos curas revolucionarios!
Si lo tiene corto: ¡qué anticuado!

Si se queda en la casa parroquial: no visita a las familias.
Si hace algunas visitas: ¡nunca se encuentra en la parroquia!

Si hace algún arreglo: tira la plata por la ventana.
Si no lo hace: tiene todo abandonado.

Si bautiza y casa a todo el mundo: le gusta derrochar los Sacramentos.
Si insiste en la preparación previa: pone un montón de trabas a la gente

Si tiene consejo parroquial: ¡se deja manejar por otros!
Si no tiene consejo parroquial: ¡es un individualista y lo quiere hacer todo el..!

Si renueva la parroquia: ¿qué ocurrencia tiene ahora?
Si mantiene todo igual: Esta parroquia no avanza

Si predica 20 minutos: ¡no termina de hablar nunca!
Si su homilía es breve: no explica bien las cosas. ¿cual es su prisa?

Si habla con voz fuerte: se cree actor.
Si lo hace en tono natural: no se lo escucha, no sabe hablar!

Si toca problemas sociales: se está metiendo en política.
Si habla de la contemplación: siempre esta volando y no aterriza

Si anda solo: no comparte con nadie!
Si conversa con los hombres: será machista?
Si conversa con las mujeres: está enamorado y ya pronto cuelga sotana!
Si se ocupa de los niños: puede que sea abusador.

Si es joven: no tiene experiencia, quien lo va escuchar?
Si es viejo: debería pedir su jubilación y largarse ya!

Pero... si llega a irse o a morir: ¡todos le lloran y hablan maravillas de el!

Los sacerdotes son seres humanos escogidos por Dios para ser nuestros pastores. Algunos son santos, otros no tanto. Pero si queremos hacer algo para ayudarlos, oremos por ellos y colaboremos con su ministerio. Si te consta que un sacerdote anda atado en graves pecados, vete al obispo que es su padre espiritual para que reciba ayuda, pero no andes hablando de el. Dale gracias a Dios que a través del sacerdote Cristo llega a tí para darte vida en los sacramentos.